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Catholic News Herald

Serving Christ and Connecting Catholics in Western North Carolina

I greatly appreciated Jesuit Father John Michalowski’s perspective and insight in his Aug. 13 commentary “Forgive our angry, divisive hearts.” I was especially encouraged by his prayer to be an instrument of peace who is open to the “many and varied” ways that God’s grace is at work. His account of attending Mass in both English and Latin is beautiful, and it is an example of the many and varied ways that God speaks to His people and that we can worship Him.

Amid the confusion and hurt that “Traditionis Custodes” has brought to the hearts of many of the faithful, I particularly found it beautiful to read a priest’s prayer to Our Blessed Lord to “forgive me for the times that I harden my heart to others because I think that I know better.”

Father Michalowski recounts in his commentary that during his youth he saw an elderly woman put her fingers in her ears at the sound of English at Mass. Unfortunately, many Catholics, both laity and clergy, are now putting their fingers in their ears – whether literally or figuratively – when they hear Latin. I pray, along with him, that those who resent the

Latin Mass can agree on its underlying good and can respect its place in our tradition and our present times.

I also pray, with Father Michalowski, that God’s love will overcome any sorrowful feelings over changes in our liturgies, especially those that reclaim whatever is just, pure, lovely, gracious and excellent.

Steven Richardson lives in Rock Hill, S.C.

Marcha por la Vida de Charlotte atrae a centenares para dar testimonio de la santidad de la vida

011422 MFL slider 1CHARLOTTE — Más de 300 personas de toda la Diócesis de Charlotte marcharon en el centro de Charlotte el 14 de enero para dar testimonio público de la santidad de toda vida humana.

La Marcha anual por la vida de Charlotte recuerda el aniversario de las decisiones de la Corte Suprema de 1973 en Roe vs. Wade y Doe vs. Bolton que legalizaron el aborto. La marcha y una Misa especial por los no nacidos, ofrecida más temprano ese mismo día en la Iglesia San Vincente de Paul en Charlotte, están destinadas a ser un momento de oración para llamar la atención sobre las más de 62 millones de vidas perdidas por el aborto y la necesidad de cambiar los corazones de las personas.

Estudiantes de las escuelas secundarias Charlotte Catholic y Christ the King estuvieron entre los manifestantes. Ellos se unieron a clérigos y religiosos, Caballeros de Colón y laicos de muchas parroquias, así como a miembros de varias iglesias Luteranas locales, en la marcha de una milla de extensión desde el Centro Pastoral Diocesano hasta Independence Square, portando carteles y pancartas pro-vida y orando mientras caminaban.

La marcha de Charlotte de 2022, celebrada en un momento en que las leyes de aborto de la nación han sido objeto de un intenso escrutinio, tuvo una mayor asistencia que en años pasados. Los participantes estaban sonriendo, vitoreando, esperanzados y decididos, cuando dieron inicio a la marcha luego de la bendición del Obispo Peter Jugis.

El obispo agradeció a los manifestantes y les dijo: “Estamos aquí como defensores del derecho a la vida del niño por nacer. Estamos aquí como testigos de la santidad de la vida del niño inocente en el útero, y estamos defendiendo a los inocentes, a los pequeños indefensos que no pueden defenderse a sí mismos”.
Oró para que Dios bendijera la Marcha por la Vida. “Que todo lo que digamos y hagamos en el camino sea para Tu honor y gloria. Confiamos en la protección de tus ángeles durante esta marcha, y pedimos las oraciones de todos los santos, especialmente de San José, y de la Santísima Virgen Madre, que es patrona de nuestra diócesis, Madre de Dios y madre nuestra”.

La marcha de este año atrajo la atención de un pequeño grupo de manifestantes a favor del aborto, tres de los cuales caminaron una corta distancia frente a los manifestantes pro-vida hasta llegar a Independence Square. Cuando se puso en marcha el programa de la Marcha por la Vida, alrededor de una docena de manifestantes a favor del aborto, utilizando megáfonos, abuchearon a los manifestantes desde el otro lado de la calle. Una línea de policías de Charlotte Mecklenburg mantuvo a los grupos separados para que el evento transcurriera en paz.

El Padre Ernest Nebangongjoh, vicario parroquial de la Catedral San Patricio en Charlotte, fue uno de los oradores principales del programa. Su charla recibió vítores y aplausos de la multitud.

“La vida humana es sagrada y el asesinato intencional de un niño inocente es un mal grave, un mal que ninguna razón o circunstancia podrá jamás justificar”, dijo.

“Pero si somos sinceros con nosotros mismos, también debemos admitir que el solo hecho de saber que algo es un mal grave no significa que nunca nos encontraremos en una posición en la que estemos tentados a querer hacerlo. Es un hecho que algunas de las mujeres que han considerado abortar son cristianas, algunas incluso han participado en marchas como esta”.

“¿Qué significa esto?” preguntó el Padre Nebangongjoh. “Significa que las circunstancias aún pueden empujar a las personas a querer hacer lo que saben que es malo. Siendo este el caso, nuestro enfoque debe ir más allá de simplemente condenar el mal, y realmente debemos tomarnos el tiempo de escuchar a aquellos que se encuentran en tales situaciones para comprender por lo que están pasando”.

“Debemos acercarnos a ellos con compasión y amor, ofreciéndoles siempre la misericordia y el perdón de Dios”, enfatizó.

“Como movimiento pro-vida, nuestra misión es defender la vida en todas las circunstancias”, continuó. “Es una tarea abrumadora que requiere un esfuerzo colectivo. Es una misión que si tenemos que ser fieles a ella, debemos esforzarnos por incorporar a todos los hijos de Dios y a todas las personas de buena voluntad. Todos los seres humanos desean vivir. Por lo tanto, todos los seres humanos deben unir sus esfuerzos para luchar contra cualquier cosa que represente una amenaza para la vida humana y su dignidad inherente. No es una lucha en la que un grupo batalla por conquistar a otro grupo o por consolidar el poder y el control. No es una lucha entre “nosotros” y “ellos”, quien quiera que sea “ellos”. Es una lucha para destruir el mal en nuestra sociedad en todas sus formas”.

El Dr. Matt Harrison, médico católico pionero en el procedimiento de reversión de la píldora abortiva, también se dirigió a los reunidos. Compartió cómo su vocación como médico pro-vida evolucionó durante décadas, precipitada por la trágica pérdida de su hermana recién nacida, Phyllis, cuando él tenía 8 años.

“Cuando mi madre quedó embarazada de su sexto hijo, todos estábamos emocionados por conocer a nuestra nueva hermana, pero cuando llegó el momento de su nacimiento, ella había muerto a causa del cordón umbilical que la envolvía”, recordó Harrison.

“Estábamos devastados. Era noviembre de 1973, y recuerdo claramente, como niño de 8 años, que las mismas enfermeras y médicos que estaban en esa pequeña capilla llorando en el funeral de Phyllis, podrían haber estado ayudando a abortar a otros bebés que tenían el mismo derecho a la vida. Fue entonces cuando comencé a preguntarme qué podía hacer para proteger la vida, a la edad de 8 años sentí el llamado”, dijo Harrison.

Se interesó más en la ciencia y la estudió en la escuela. A lo largo de su camino educativo, Harrison tomó un trabajo investigando la leucemia infantil en Johns

Hopkins, también pasó un año con personal de Young Life, aprendiendo cómo apoyar a jóvenes con problemas y madres adolescentes embarazadas.

“Todo ese tiempo sentí el llamado a proteger la vida y luchar contra el aborto”, dijo. “Luego me comprometí a volver a la ciencia, así que acepté un trabajo en Duke en genética molecular”.

Harrison volvió a la escuela y obtuvo una maestría en biología de receptores de proteínas. Se mudó al Medical College of Virginia en Richmond y comenzó a trabajar en un laboratorio estudiando receptores cerebrales. Y, después de tres rechazos de facultades de medicina, finalmente fue aceptado.

Harrison dice que supo desde su primera semana como residente médico que no podría recetar anticonceptivos ni derivar mujeres para abortos o esterilizaciones. Y, afortunadamente para él, su director se mostró comprensivo.

Después de graduarse como jefe de residentes, se unió a una práctica pro-vida en Concord, Carolina del Norte, donde comenzó a brindar atención prenatal y servicios gratuitos de parto para mujeres vulnerables al aborto.

En 2006, una joven mujer entró en la oficina de Harrison deseando revertir su aborto después de arrepentirse de haber tomado la píldora abortiva. “Realmente creo que si hubiera ido directamente a la escuela de medicina después de la universidad, no habría estado preparado para resolver este problema que requería comprensión de los embarazos adolescentes en crisis, biología del receptor de proteínas y una perspectiva pro-vida de la medicina”, dijo Harrison.
Compartió que desde que nació ese primer bebé en 2007, la red para revertir la píldora abortiva se ha extendido a más de 1.100 proveedores en 65 países. Más de 3.000 bebés sanos han nacido después que sus madre tomaron la píldora abortiva, dijo, a lo que la multitud vitoreó con entusiasmo.

Harrison dijo que Dios “tomó una persona que fue llamada y motivada, y luego me capacitó con entrenamiento y educación, que en ese momento ni siquiera sabía que necesitaría”. Animó a los reunidos a amar a su prójimo.

“Pueden ver a Cristo en estas madres y pueden ser Cristo para ellas… Estás aquí hoy porque has sido llamado, llamado a terminar con el aborto amando a tu prójimo”.

También asistieron a la Marcha por la Vida de Charlotte mujeres y hombres de la campaña de concientización Silent No More, que alienta a las mujeres y hombres que han abortado a buscar ayuda y sanación. Andrea Hines, defensora pro-vida por mucho tiempo, se puso de pie para hablar sobre su arrepentimiento del aborto que tuvo en la universidad y como sintió que había “vuelto a la vida” después de descubrir la fe católica y confesarse.

“Mis huesos muertos recibieron carne y volví a la vida. ¡Gracias Dios! ¡Gracias Jesús! ¡Gracias por Tu Iglesia!”

— SueAnn Howell y Patricia L. Guilfoyle, Catholic News Herald

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