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Catholic News Herald

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102822 dayLa muerte para la cultura mexicana es algo que viene y es segura para todos. En lugar asustarnos con ella, los mexicanos la vemos como algo natural, como un paso a lo trascendente”, explicó el Padre Julio Domínguez, vicario episcopal del ministerio hispano de la Diócesis de Charlotte.

Desde tiempos prehispánicos, los mexicanos tienen esa conexión con sus antepasados, sus ancestros fallecidos, a quienes tienen presente en su vida diaria.
La forma de no olvidarlos es contar con un día especialmente dedicado a ellos, en el que los vivos van a los cementerios para celebrar la fiesta con sus difuntos.

La Iglesia Católica celebra el 1 de noviembre el día de Todos los Santos, y al día siguiente el Día de los Santos Difuntos.

Los mexicanos, explica el Padre Domínguez, “el día 1, además de ir a Misa por el Día de Todos los Santos, recordamos a todos los niños pequeñitos que pasaron a mejor vida.

El día 2 lo dedicamos a todos los adultos que nos antecedieron en la muerte”.

Son dos días de celebración en los que las personas se reúnen para orar por sus muertos y levantar altares donde colocan, entre otros elementos, las fotos de sus seres queridos que ya dejaron el mundo de los vivos.

“No estamos celebrando la muerte, sino que, siendo una fecha en la que todos los difuntos, sea que se encuentren en el cielo o en el purgatorio, festejan.

Nosotros, desde la Tierra, nos unimos a ellos”, dijo el Padre Domínguez.

FIESTA SANTA

“La fiesta y el altar de los difuntos no tienen nada de sacrílego o satánico”, afirma categóricamente el Padre Domínguez, aclarando que si se utilizan calaveras es porque se tiene una clara conciencia de que la muerte es nuestro destino.
Incluso, algunos santos son representados portando calaveras. Así se recuerda que, pese a su sabiduría, la muerte puede llegar en cualquier momento.

A San Francisco de Asís se le suele representar con una calavera a sus pies, y San Jerónimo, en muchas de sus representaciones, aparece mirando fijamente una calavera.

En los altares, dice el Padre Domínguez, “se ubica a Cristo en lo alto, recordando que es nuestro Rey y fuimos redimidos por Él. Le siguen las imágenes de santos, y luego ya vienen las fotografías de nuestros familiares difuntos, por quienes oramos para que ganen el cielo”.

La comida que se coloca en el altar, o se ofrece en las visitas a los camposantos, es parte de la cultura mexicana, algo similar a las flores que en otras culturas se llevan a los cementerios.

“Es una práctica de comunión con los santos. Es algo precioso encarnado en las tradiciones de la Iglesia”, resalta el Padre Domínguez.

NO ES LA SANTA MUERTE

Este es un culto satánico. En 2017, los obispos de Estados Unidos y México condenaron el culto a esta figura de un esqueleto, muchas veces vinculada a la delincuencia organizada y el narcotráfico.

La confusión que ha generado este culto entre los católicos ha ocasionado que algunos se abstengan incluso de celebrar el día de Muertos para evitar malentendidos.

NO ES HALLOWEEN

El Padre Domínguez afirma que “esta es otra tradición bastante antigua, pero el Día de los Muertos es completamente diferente y no tiene elementos comunes”.

El origen de la palabra Halloween viene de “All Hallows’ Eve”, que quiere decir “víspera de todos los santos”.

“Las flores, la comida, el pan de muerto y todo lo demás, es algo que viene de siglos. De hecho, los misioneros franciscanos que llegaron a evangelizar el Nuevo

Mundo cristianizaron la fiesta, que curiosamente se celebraba en fechas cercanas”, explicó el Padre Domínguez.
— César Hurtado

Altar de muertos

102822 dayofthedead2El artista y promotor de la cultura mexicana en Charlotte, Luis Abundez, explica que en la creencia purépecha, zona indígena de Michoacán, la jornada de las ánimas inicia en el cementerio, donde se adorna la tumba del familiar fallecido.

Ahí, aparte de otros elementos, se coloca una vela o linterna para guiar el alma desde el cementerio hasta el altar de la ofrenda.

El altar se instala en un lugar tranquilo y sin ruido de la casa para esperarlos en la tranquilidad absoluta.
Desde la entrada de la casa hasta el altar se colocan flores de cempasúchil y velas para que “la pureza de sus pies no se ensucie”.

El altar se adorna con las mismas flores de cempasúchil que representan la tierra, flores de nube blanca que significan el cielo, y de terciopelo morado para recordar la eternidad.

En el piso se coloca un petate, una pequeña alfombra de esterilla, para que las ánimas lleguen a descansar de su largo viaje.

El altar, que tiene tres niveles, guarda relación con los “niveles” de la Iglesia: la Iglesia militante, quienes vivimos en la tierra; la Iglesia purgante, las almas de los fallecidos que se encuentran en el purgatorio para prepararse para la visión beatífica de Dios; y la Iglesia triunfante, que se encuentra en el Cielo.

En el altar, de forma triangular, tiene una cruz, una imagen de la virgen, agua bendita y las fotografías de nuestros seres queridos que fallecieron.

Se presentan platillos de comida preferidos por los difuntos, sus gustos especiales, ropa, agua para mitigar la sed de su largo viaje. Es usual que se ponga sal, la que representa la pureza de las almas.

Las calaveritas de azúcar representan los familiares que apenas fallecieron o de quienes no tenemos una fotografía.

El arco que se coloca detrás sirve de alegoría a la puerta de entrada al Cielo. Por él regresan nuestros queridos y amados difuntos a la Casa del Padre Eterno.