CHARLOTTE — Hace tres años, durante un viaje a Portugal con su esposa, el Diácono Sigfrido Della Valle, quien sirve en la Iglesia Santa Juana de Arco en Candler, decidió visitar Santiago de Compostela, España, llegando por casualidad el 25 de julio, fecha en que se celebra la fiesta del apóstol Santiago, patrón de esa importante ciudad.
CHARLOTTE — Hace tres años, durante un viaje a Portugal con su esposa, el Diácono Sigfrido Della Valle, quien sirve en la Iglesia Santa Juana de Arco en Candler, decidió visitar Santiago de Compostela, España, llegando por casualidad el 25 de julio, fecha en que se celebra la fiesta del apóstol Santiago, patrón de esa importante ciudad.
“Caminábamos por la plaza y empezaron a llegar los peregrinos” relata, cuando pudo ver arribar a una persona afectada por el síndrome de Down que, hincándose de rodillas, se puso a llorar de emoción.
“Esa experiencia me impresionó muchísimo”, nos confesó. Por aquella época, Della Valle sufría de fuertes dolores en sus rodillas y pensó que su problema era mínimo en relación con la condición de la persona a la que había visto llegar en peregrinaje. “Quedó como un sueño para mí que algún día pudiera hacer El Camino”.
Tras un tiempo de tomar pastillas naturales para la recuperación de sus rodillas, poco a poco comenzó su mejoría y empezó a efectuar caminatas de una milla diaria, que no solo ayudaron a sus rodillas sino que también mejoraron su condición física y le permitieron bajar de peso.
“Un día creo que caminé bien y en ese momento me dije ‘voy a hacer el Camino de Santiago’. Y compré mi boleto en julio del año pasado”.
Entonces comenzó su preparación física y mental, pero Della Valle aclara que “El Camino no comienza cuando empiezas a prepararte, sino cuando entra en tu mente”.
DOS VIAJES
Así llegó el primer viaje en octubre de 2018. Su esposa, al verlo mejor de salud no le reclamó el embarcarse en esta aventura y Della Valle pensó que su deseo “era seguro y no una locura excesiva”.
Partió hacia Pamplona, Navarra, España, provincia fronteriza con Francia. Desde allí recorrió cerca de 190 millas, llegando hasta León, capital de la provincia del mismo nombre, teniendo como punto final de la primera parte de su peregrinación la hermosa Catedral de Santa María de Regla, consagrada a la advocación de la Virgen María y cuya construcción se inició en el siglo XIII.
Apenas retornó a Estados Unidos comenzó su búsqueda de un boleto aéreo económico para el tiempo de cuaresma de 2019.
El 2 de abril empezó la fase final de su peregrinación desde la Catedral de Astorga, provincia de León, a poco más de 30 millas del punto final de la primera parte de su camino. Después de once días llegaría a Santiago de Compostela, no después de pasar momentos duros en los que estuvo en riesgo su vida.
Una fuerte tormenta lo sorprendió en Cruz de Ferro. Mientras subía la montaña empezó a bajar la temperatura, a soplar un aire muy frío y a caer granizo. Sin estar preparado para un clima de intenso frío, sintió los primeros signos de hipotermia y casi se le congelaron los dedos.
“Me empecé a sentir mareado y pedí auxilio a un carro que casualmente pasaba por el lugar”. Y mientras un buen samaritano lo llevaba a un hospital, la calefacción del coche hizo que sus dedos comenzaran a descongelarse, lo que le causó un dolor tremendo. Pero su recuperación fue rápida y, en vez del hospital, prefirió acudir a un albergue en Ponferrada, donde ofreció un servicio de comunión. “El Señor me tiene aquí por algo”, pensó.
El segundo incidente serio ocurrió a los pocos días saliendo de Villafranca. Una nevada que acumuló 18 pulgadas, un hecho extraordinario en la zona, hizo que se perdiera en el camino. “Ese día caminé la distancia equivalente a dos jornadas. Llegué muy cansado y ni pregunté si había Misa”.
La localidad a la que había llegado se llama Portomarín. Ahí conoció al Padre David, un joven ordenado que viajaba con un grupo de estudiantes, con quien hizo amistad y pudo compartir el testimonio de su primer viaje de peregrinación de El Camino. Dos días después, respondiendo una invitación del Padre David, compartió su testimonio a los jóvenes, a quienes ofreció una charla. “En el compartir, antes de dormir, uno de los jóvenes dijo haber ‘visto a Jesús en el sacerdote y en el diácono’. Ahí entendí porque había caminado dos jornadas en una y porque había caminado en la nieve y todo eso”, dijo Della Valle muy emocionado.
Ese mismo sacerdote lo ayudó a servir en la Iglesia San Francisco, a su llegada a Santiago de Compostela, en la Misa de los Peregrinos de Domingo de Ramos. La Catedral de Santiago se encontraba cerrada por refacciones y los servicios para peregrinos se habían trasladado temporalmente a San Francisco.
Le entregaron vestimentas y, debido a que hablaba inglés y español, le pidieron que proclamara la Pasión. Ese mismo día se encontró con más de 50 peregrinos a los que había conocido en el camino y a quienes no había compartido que era diácono.
CAMBIO
Para Della Valle, “la espiritualidad de El Camino cambia la vida”, y explica que hay un dicho que dice que “vas a caminar El Camino y luego El Camino te camina a ti por el resto de tu vida”.
“Mucha gente va por diferentes motivos pero ninguno sale igual y, al final, hasta al más ateo pude verlo llegar a la iglesia”.
El diácono asegura que completar la peregrinación de El Camino de Santiago lo ha hecho pensar más en el servicio y sentir que hoy tiene muchas posesiones que no necesita.
“Me ha pegado duro el saber que nos hemos acostumbrado a vivir con tantas cosas, tanto ‘garbage’. Me da pena el saber que uno se afana en llenar con cosas un vacío espiritual”.
Después de haber aprendido a redescubrir, ver y escuchar a la naturaleza, Della Valle siente que sus homilías “van a ser más espirituales, buscando la ciudadanía en el cielo más que en la tierra”.
“He decidido que no quiero viajar más en vacaciones en mi vida sino están relacionadas con una experiencia religiosa o espiritual”, sentenció.
— César Hurtado, Reportero hispano
