CHARLOTTE — La Diócesis de Charlotte dio la bienvenida a tres nuevos sacerdotes el 22 de junio, cuando el Obispo Peter Jugis ordenó tres seminaristas al sacerdocio durante la Liturgia de Ordenación al Santo Sacerdocio.
CHARLOTTE — La Diócesis de Charlotte dio la bienvenida a tres nuevos sacerdotes el 22 de junio, cuando el Obispo Peter Jugis ordenó tres seminaristas al sacerdocio durante la Liturgia de Ordenación al Santo Sacerdocio.
Los diáconos transicionales Michael Carlson, Alfonso Gámez y Britt Taylor recibieron el sacramento del orden sagrado durante una Misa de dos horas de duración realizada en la iglesia San Marcos en Huntersville.
El Obispo Jugis dijo a los hombres que jugarán un papel vital en “la renovación constante de la gracia y la santidad en la vida del pueblo de Dios y en la renovación diaria de la Iglesia”.
“Estoy seguro que se habrán dado cuenta que la Diócesis de Charlotte es una diócesis joven. Aún no tenemos 50 años como diócesis y todavía hay mucha sensación de novedad, frescura y juventud en ella”, dijo el obispo Jugis en su homilía antes de ordenar a los tres hombres.
Señaló que la Iglesia San Marcos, llena de clérigos, religiosos y laicos para la Misa de la ordenación, fue dedicada hace tan solo 10 años.
“Nuestros tres nuevos sacerdotes que están ordenados hoy son parte de la vitalidad juvenil de nuestra Iglesia local”, añadió.
“La Iglesia es siempre joven y se renueva para siempre. Eso es cierto porque Jesucristo, el Señor resucitado, está siempre presente, animando su cuerpo, la Iglesia, a través de su Espíritu Santo, haciendo que todas las cosas sean nuevas”.
“Britt, Alfonso y Michael, vuestro ministerio como sacerdotes renovará el mundo cada día”, dijo a los jóvenes, “a través del Santo Sacrificio de la Misa, mediante el cual Dios continúa la obra de redención en nuestro tiempo... a través del sacramento de la penitencia, que refresca y restaura las almas a la amistad con Dios... a través de todos los sacramentos, y a través de la predicación y la enseñanza de la fe y el Evangelio”.
Los nuevos sacerdotes están configurados para Cristo a través de la ordenación para convertirse en “colaboradores con su obispo para servir a Cristo, el Maestro, el Sacerdote y el Pastor predicando el Evangelio y enseñando la fe, pastoreando al pueblo de Dios y, sobre todo, celebrando la sagrada liturgia”.
Se unen a “una fraternidad fuerte que los abrazará y les dará la bienvenida a las filas de una hermandad sacramental”, dijo el obispo, un componente importante de la Iglesia joven y creciente del oeste de Carolina del Norte.
El padre Michael Carlson, feligrés de la Iglesia Sta. Ana en Charlotte, estudió en el Colegio Pontificio Norteamericano en Roma. Es hijo de Rock y Julianne Carlson.
El padre Alfonso Gámez, feligrés de la Iglesia Inmaculada Concepción en Hendersonville, estudió en el Colegio Pontificio Josephinum. Es hijo de José y Ana María Gámez.
El padre Britt Taylor, feligrés de la Iglesia San Mateo en Charlotte, también estudió en el Colegio Pontificio Josephinum. Es hijo de Rick y Terri Taylor.
Cerca al término de la Misa, el Obispo Jugis anunció las primeras tareas para los nuevos sacerdotes:
El Padre Carlson servirá como vicario parroquial en la Iglesia Nuestra Señora de Gracia en Greensboro. El padre Gámez servirá como vicario parroquial en la Iglesia San Marcos en Huntersville. El padre Taylor servirá como vicario parroquial de la Iglesia Inmaculada Concepción en Hendersonville.
— Patricia Guilfoyle, editora
Una conversación con el Padre Alfonso Gámez
“Tengo la intención total de ver por las necesidades de mis feligreses”
Una semana antes del esperado sábado 22 de junio, día en el que finalmente cristalizaría el sueño de convertirse en sacerdote, conversamos con el hoy Padre Alfonso Gámez, una vocación nacida en la Diócesis de Charlotte.
CNH: Alfonso, cuéntanos cuándo y dónde naciste, los nombres de papá, mamá y cuántos hermanos tienes.
Alfonso: Nací en la ciudad de Clyde, en el condado Haywood, en 1990. Mis padres se llaman José Alfonso Gámez y Ana María Gámez. Tengo solamente una hermana mayor que está casada y tiene dos hijos. En 1992, nos mudamos a Hendersonville y ahí crecí. En 2010 me mudé a Charlotte para empezar mis estudios universitarios.
Mis papás son de Indaparapeo, estado de Michoacán, México. Mi papá, desde muy joven, acostumbraba a trabajar por temporadas en Estados Unidos y luego se regresaba a México. Cuando mis papás se casaron en 1988 pensaron venir a Estados Unidos para trabajar y juntar un poco de dinero. Siempre tuvieron la idea, como mucha gente, de solo quedarse unos tres años y regresar a vivir a su pueblo. ¡Los planes de Dios fueron otros!
CNH: ¿Qué recuerdos bonitos tienes de tu niñez?
Alfonso: Tienen que ser de las veces cuando viajábamos a México. Mi familia acostumbraba a viajar para las vacaciones navideñas a nuestro pueblo. Me gustaba mucho escuchar a mis papás hablar de sus vidas, las tradiciones, las costumbres. Esos viajes me dieron mucha perspectiva de los mundos de ambos lados de la frontera y cambiaron mi vida.
CNH: ¿Cuándo sentiste el llamado al sacerdocio?
Alfonso: Cuando me di cuenta que tenía más deseo de estudiar temas religiosos y morales que los de mi concentración académica. Cuando empecé mis estudios en la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte (UNCC), estaba estudiando Ingeniería Civil. Pero me la pasaba más tiempo en la iglesia y en grupos catequéticos que en el laboratorio de ingeniería. Ahí me di cuenta que mis anhelos más profundos eran para una vida extraordinaria a través de esta vocación y no una vida profesional, aunque tuviera éxito.
CNH: ¿Ya te habías interesado antes en la Iglesia?
Nunca fui monaguillo, ni tampoco estuve involucrado en grupos juveniles. Pero cuando estaba en la prepa mi interés en la Iglesia fue algo intelectual. Quería saber cuáles eran mis convicciones y por qué creía lo que profesaba. Inconscientemente tenía hambre de la verdad. De ahí me nació el deseo de compartir la verdad que había encontrado y me dediqué a dar clases de catecismo. Serví como catequista en las parroquias Inmaculada Concepción en Hendersonville y en San John Neumann en Charlotte. Cuando estaba en UNCC también me involucré mucho en el grupo católico de la universidad. Serví como presidente de esta organización en 2011.
CNH: ¿Novias? Imagino que sí. ¿Qué te dijeron cuando les comentaste que serías sacerdote? ¿Qué dijeron tus padres?
Alfonso: ¡Nunca tuve novia! No se presentó la oportunidad. Pero siempre tenía pensado casarme. De hecho, cuando me uní al grupo católico de la universidad, tengo que confesar que ese era uno de mis motivos para integrarme, para conocer a mi futura esposa. Y pues en un sentido sí lo logré, porque fueron en esos años en que encontré mi vocación y mi amor por la Iglesia.
Mis padres siempre me han apoyado. Mi mamá, por su parte, había considerado una vocación a la vida religiosa, entonces para ella estas preguntas no eran extrañas. Al inicio, mi papá no entendía el proceso ni mi situación con mi carrera, pero siempre me decía que confiaba en mis decisiones.
CNH: ¿Cuándo ingresaste al seminario? ¿Cómo fueron los estudios?
Alfonso: Fui aceptado como seminarista de la diócesis en mayo de 2013. Ese mismo año, en agosto, el Obispo Jugis me mandó a estudiar al Seminario Pontificio Josephinum en Columbus, Ohio. Ahí complete seis años de estudios, dos de filosofía y cuatro de teología.
Como comenté anteriormente, mi jornada vocacional comenzó por el hambre intelectual que tenía de la fe. Entonces, cuando empecé con mis estudios, me sentía como una esponja absorbiendo todo lo que se me presentaba. Me gustaban mucho mis estudios y va ser una vida que voy a extrañar.
CNH: ¿Alguna duda en el camino? ¿Qué fortaleció tu decisión?
Alfonso: Siempre. Tuve muchas dudas en varias etapas de mi formación. Pero el Señor me dio dos dones muy grandes: una memoria buena y amigos seminaristas increíbles. Tuve que hacer hábito de memoria y recordar las razones por las que había entrado al seminario, mi amor y deseo al inicio y pensar que si me salía del seminario solo viviría una vida incompleta. Los amigos que el Señor me dio siempre me han recordado quien soy y motivado en momentos difíciles. Me inspiran las familias que he conocido en la diócesis. Como sacerdote voy a tener la capacidad de llevarles a Dios mismo. Eso me motiva.
CNH: ¿Crees que serás un sacerdote ‘de salida’ o más bien un poco conservador y ‘de parroquia’?
Alfonso: La verdad no lo sé, nunca he sido sacerdote y no sé cómo voy a ser. Quizá se puede hacer una comparación como cuando le preguntan a un hombre antes que nazca su primer hijo si va a ser ‘estricto’ o ‘relajado’. Es difícil de decir. De cualquier manera, tengo la intención total de ver por las necesidades de mis feligreses, sean estas fuera o dentro de la parroquia.
CNH: Respecto a la vida sacerdotal, ¿qué crees que será lo más bonito y aquello que se te podría hacer más difícil de llevar?
Alfonso: Creo que lo más bonito será ser testigo de las maravillas que el Señor va a hacer en las vidas de la gente que serviré. Eso me emociona mucho, ver las transformaciones y conversiones. Creo que lo más difícil va a ser cuando uno hace todo lo que puede, pero, aún así, algunas personas deciden alejarse de Dios y de la Iglesia.
CNH: ¿Qué planes tienes para el futuro inmediato? y ¿cómo te ves de aquí a 30 años?
Alfonso: El sábado 22 de junio, después de mi ordenación, voy a ir al primer Congreso Eucarístico de la Diócesis de Birmingham, Alabama para escuchar confesiones y concelebrar la Misa de clausura. El domingo 7 de julio, a las 11:30 a.m. celebraré una Misa de Acción de Gracias en la parroquia Santo Tomás de Aquino en Charlotte.
De aquí a 30 años no me puedo imaginar qué es lo que tiene planeado el Señor para mí. Hace 10 años nunca me hubiera imaginado que para estos días estaría en las vísperas de mi ordenación. Nunca fue parte de mis planes tomar este camino, pero no podría estar más contento.
— César Hurtado, Reportero Hiispano