En su paso a Nueva York visitó ocho parroquias
CHARLOTTE — La comunidad hispana de la Diócesis de Charlotte acogió con gran fe y alegría el paso de la Antorcha Guadalupana, una luz que representa la dignidad de un pueblo dividido por la frontera, en su camino desde la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en México hasta la ciudad de Nueva York.
Una caravana proveniente de Greenville, Carolina del Sur, arribó el sábado 9 de noviembre a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, al oeste de Charlotte, donde la esperaban los fieles para rendirle homenaje.
Pese a las bajas temperaturas, cientos de personas esperaron hasta casi la caída del sol para ver llegar a la Antorcha, que abría camino a una corta caravana de vehículos que transportaba dos grandes imágenes de la Morenita del Tepeyac y San Juan Diego.
Un bosque de banderas, alineado a ambos lados de la vía de ingreso a la parroquia, dió la bienvenida a la delegación.
Luego, las imágenes y la Antorcha recibieron el saludo de decenas de danzantes que, ataviados con trajes indígenas, ofrecieron un baile tradicional de bienvenida. Siguiendo el ritmo de tambores y el llamado de los Teksispitsali, conchas marinas usadas como instrumentos de viento, los danzantes homenajearon a la Lupita.
Poco después, entonando cánticos y dando vivas a la Guadalupana, la multitud acompañó a los corredores y las imágenes en su recorrido procesional para ingresar a la iglesia.
Al llegar casi a las puertas del templo, el Padre Leo Tiburcio, vicario parroquial, se acercó a recibir a la comisión, dar la bienvenida y bendecir las imágenes. Luego de ello se ofreció otra danza para posteriormente permitir el ingreso de los corredores, colocar las imágenes a un lado del altar y dar paso a la celebración de la Santa Misa.
Al inicio de la liturgia tomó la palabra una de las cuatro personas delegadas por la Asociación Tepeyac en Nueva York, entidad organizadora de la carrera de postas, que acompañan a la Antorcha en todo su recorrido.
La señora Luz, quien prefirió identificarse sólo por su nombre, dijo que durante la carrera, que inició el 1 de septiembre, la antorcha ha sido portada por miles de mexicanos y de personas de otras nacionalidades, “todas las que están representadas por esas hermosas banderas que nos dieron la bienvenida”.
Luego resaltó la importancia de la carrera que, desde sus orígenes, hizo que miles salieran a esperar el paso de la Antorcha y la Virgen de Guadalupe, “sin temor y con el riesgo de ser deportados”.
“Como ciudadanos del mundo, aparentemente sin papeles ni patria, pero con la conciencia de que para Dios no existen fronteras ni propiedad privada que nos impida vivir en cualquier lugar del mundo en donde nosotros decidamos. Así, el considerar recibir aquí a Nuestra Madre y correr a su lado, es reconocernos dueños también de esta parte del mundo”, señaló.
“El mensaje de Nuestra Madre hoy y siempre es el amor, su visita nos recuerda que siempre está con nosotros y no estamos solos. Nos invita a vivir sin miedo”, subrayó.
Durante su homilía, el Padre Tiburcio hizo un paralelo entre la dignidad del hombre y las divisiones durante la época de la aparición mariana y la actual. “Pero en 1531 se aparece la Virgen de Guadalupe trayendo la unidad y el respeto. Trae a Jesús, un Dios que ama y que da vida”.
Tras concluir la Misa, los corredores fueron objetos de un agasajo y se realizaron otros bailables al interior del salón multiuso.
En su trayecto por el territorio de la Diócesis de Charlotte, la Antorcha visitó además las parroquias de Santiago el Mayor en Concord, Santa Teresa en Mooresville, San José en Newton, San Francisco de Asís en Mocksville, Santa María en Greensboro, Cristo Rey en High Point y Nuestra Señora de los Caminos en Thomasville.
— César Hurtado, Reportero hispano
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