GASTONIA — El Padre José Antonio Juya Vargas nació en Rondón, Boyacá, zona oriental ganadera y cafetera de Colombia, el 15 de julio de 1952.
Su nombre responde a dos santos, el del nombre de su padre, José Estanislao Juya, y el otro por la devoción a San Antonio de su madre, doña Briceida Vargas.
Recibió una formación católica sencilla y vio el ejemplo de su madre que fue una lideresa de las Hijas de María y la Legión de María.
“En mi casa nunca nos hablaron del sacerdocio. Por esa época, en mi pueblo, solo la gente adinerada llegaba a ser sacerdote, el seminario costaba mucho y era inalcanzable”.
Cuando cursaba el cuarto año de primaria, sacerdotes de la orden de los Somascos procedentes de Italia se acercaron a José y sus amiguitos. Les entregaron volantes que hablaban sobre las vocaciones sacerdotales. “Yo llevé a casa ese volante y mi mamá se lo quedó”, dijo.
A los 13 años de edad, ya a punto de concluir los estudios primarios, sus padres decidieron que la oferta de los sacerdotes Somascos era una oportunidad que no se podía desperdiciar. “Nos hicieron las maletas a mi y a mi hermano, Filemón Arsenio Juya Vargas, y nos fuimos a Bogotá a estudiar el bachillerato con ellos”.
Concluyeron los estudios en el Colegio Calasanz en Bogotá, luego hicieron el noviciado en Centroamérica. Tras regresar a Bogotá, los hermanos Juya tomaron los votos temporales, y gracias al Arzobispo Augusto Trujillo Arango de Tunja, pasaron a ser diocesanos e ingresaron al Seminario Mayor Regional Arquidiocesano en Tunja, Boyacá.
Ahí el Padre José Juya estudió cuatro años de Filosofía y otros cuatro de Teología.
El 12 de diciembre de 1981, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, José Antonio Juya Vargas, junto a su hermano Filemón, fueron ordenados sacerdotes por Monseñor Juan Eliseo Mojíca Oliveros en la Iglesia San Rafael en Rondón.
Tras recibir el Orden Sagrado, gracias a su formación en filosofía, psicología y educación en las universidades Santo Tomás y La Sabana, fue asignado a la Catedral de Garagoa para servir con las juventudes. Después, fue enviado a una zona de conflicto armado donde conoció un sacerdote Scalabriano, misioneros que trabajan con migrantes, quien le sugirió se desplace a una misión fuera del país.
Su hermano Filemón se trasladó a Waterloo, Ontario, Canadá. Luego el Padre José Antonio Juya le seguiría los pasos. Ambos estudiaron en la Universidad de Waterloo y viajaron juntos a Roma para realizar un curso de Pastoral.
Después el Padre Filemón fue llamado al servicio en Carolina del Sur, a donde el Padre José Antonio lo seguiría por breve tiempo. “Era el año 2000, y ahí conocí al Padre Vicente Finnerty, en ese entonces a cargo de la Pastoral Hispana en la Diócesis de Charlotte, quien me trajo a la Vicaría de Gastonia. ‘Le voy a dar la más fácil’, me dijo”, recuerda el Padre José Antonio sonriendo.
Como vicario en la Iglesia San Miguel en Gastonia, ha servido también en misiones en Forest City, Shelby, Lincolnton y Belmont.
Disfruta especialmente del trabajo pastoral. “Amo mi profesión de sacerdote y mi misión es formar líderes, gente que se sienta partícipe de la Iglesia”, afirma.
En su juventud fue jugador de baloncesto, tenis y tenis de mesa. Disfruta de montar a caballo y ha sido, algo que lo sorprenderá, torero de potreros.
A quienes desean convertirse en sacerdotes les diría que “estudien sobre todo ciencias humanas porque el Evangelio viene encarnado en lo que es la vida misma”.
“Al sacerdote hay que acompañarlo, no verlo solo como un administrador, sino como un hermano. También siente dolor, enfermedad, alegría, tiene sus ilusiones. Agradezco a la gente, sobre todo a la más pobre que siempre está pendiente de uno”, finalizó.