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Este gran santo es considerado como uno de los Padres de la Iglesia y forma parte también de la lista de los 36 doctores de la Iglesia. Es patrón de “los que buscan a Dios”. Fue un brillante orador, filósofo y teólogo, autor de célebres textos de teología y filosofía, entre los que se encuentran las “Confesiones” y “La ciudad de Dios”.082721 StAgustin

San Agustín de Hipona nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, actual Argelia. Su madre fue Mónica, una mujer cristiana de probada virtud que llegaría a ser santa por su abnegación y perseverancia. Durante su juventud, Agustín se entregó a una vida libertina e inmoral. Abrazó diversos tipos de doctrinas y creencias, hasta que conoció a San Ambrosio, obispo de Milán, cuyo testimonio lo dejó impresionado.

Un día, cuando Agustín estaba en un jardín, escuchó la voz de un niño que le decía : “Toma y lee; toma y lee”. El santo abrió al azar una Biblia y se encontró con el capítulo 13 de la carta de San Pablo a los romanos que decía: “Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos...revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Rom 13,13-14). Aquel texto afianzó su proceso de conversión y desde ese momento resolvió permanecer casto y entregar su vida a Cristo.

A los 33 años, Agustín fue bautizado. Ese mismo año, la muerte de su madre marcó a Agustín para siempre. Ordenado sacerdote, y cinco años después obispo, gobernó la diócesis de Hipona por 34 años combatiendo las herejías de su tiempo y predicando el Evangelio. En agosto de 430 se enfermó y el día 28 de ese mes falleció. Su cuerpo fue enterrado inicialmente en Hipona, pero luego fue trasladado a Pavia, Italia.

Canonizado por aclamación popular, ya que la costumbre de la canonización papal aún no había surgido, fue proclamado doctor por el Papa Bonifacio VII en 1298.

UNA MADRE CON CARÁCTER

Santa Mónica nació en Tagaste, a unas 60 millas de la ciudad de Cartago en el año 332. Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas pues les decía: “Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño”.

Mónica, ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Un día regañó fuertemente a un obrero y éste le gritó ¡Borracha! Ella se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas.

Pocos meses después fue bautizada y su conversión fue admirable. Deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad, pero sus padres dispusieron que tenía que casarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además de mujeriego, jugador, pagano y la hizo sufrir mucho.

Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por décadas. Patricio criticaba el mucho rezar de su esposa. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó la gracia que Patricio se hiciera bautizar, al igual que su suegra, mujer colérica que había amargado la vida a la pobre Mónica.

En el año 387 ocurrió la conversión de Agustín. Una noche, conversando juntos bajo las estrellas dijo a su hijo: “¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano”. Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionó la muerte.

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