CHARLOTTE — Estamos por celebrar el Congreso Eucarístico diocesano y toda nuestra diócesis esta muy alegre de poder acompañar a nuestro Señor por las calles de Charlotte y a nuestro Obispo que por 19 años ha querido que toda nuestra diócesis se reúna en tan solemne evento.
Es algo tan hermoso cuando se ve la procesión de fieles siguiendo el Santísimo Sacramento, desde el obispo, sacerdotes, diáconos, religiosos y todo el pueblo de Dios.
Una de las cosas que es maravilloso observar es cada una de las parroquias entrando con su estandarte y representando con mucho orgullo a sus parroquias.
Cuando entran todos los niños que hicieron su primera Comunión ese año es como si los mismos ángeles se hicieran presentes en la solemne procesión eucarística.
Tal vez podamos preguntarnos, ¿cuál es la importancia de este gran evento?
Antes que nada, quiero hacer eco a lo que nuestro querido obispo ha expresado en varias ocasiones que se le ha preguntado sobre la razón del evento: quiero dar la oportunidad para que mi diócesis se reúna con nuestro Señor y sus pastores para que juntos podamos darle la gloria y honor.
Hemos sido testigos de todas las gracias y frutos que el Congreso ha traído a nuestra diócesis desde los meros orígenes de este.
Para mi como sacerdote, me da la oportunidad de encontrarme con mi comunidad presente y poder saludar a fieles que vienen de parroquias pasadas y darles el gran abrazo de la amistad.
Hemos visto como las parroquias se han ido conociendo y los fieles se alegran de ver a tantos católicos de nuestra diócesis, reafirmándolos en la fe y haciéndoles ver que somos muchos en una misma fe.
Hemos visto también que, desde el Congreso, más capillas y días de adoración se han abierto en las parroquias, debido al impulso extraordinario de la gracia que nos anima a rendir adoración a nuestro buen Dios y que nos ha caracterizado por ser una diócesis bastante eucarística.
Entre las cosas más bellas que hemos presenciado y experimentado, es el nacimiento del Seminario Universitario San José de nuestra diócesis.
La oración de los fieles al Señor de que envíe operarios a su mies esta muy presente en el Congreso.
El testimonio de todos los seminaristas trabajando en el Congreso ha servido de inspiración entre los jóvenes, y el presentarles a los jóvenes una diócesis que ora, cree y se reúne, hace que en ellos se presente la gran pregunta: ¿Señor que quieres de mí?
Muchas familias me han comentado como el congreso les ha ayudado con sus niños a crecer en la devoción a la Eucaristía y como hogares han sido restablecidos en la fe debido al mismo.
¿De dónde viene esta tradición?
Una de las manifestaciones de esta mayor devoción fue la introducción de las procesiones eucarísticas, cuya primera evidencia proviene de Colonia, Alemania, en la década de 1270.
Para el siglo XIV, la práctica de procesionar el Santísimo Sacramento en la fiesta del Corpus Christi había sido adoptado en toda Europa.
En las ciudades y pueblos estas procesiones tenían lugar en las calles, pero, en las comunidades rurales, las procesiones eucarísticas generalmente tomaban la forma de una procesión por los campos. En este último escenario, a menudo se construían cuatro altares al aire libre y en cada altar se cantaba el comienzo de uno de los cuatro Evangelios, respectivamente.
Los escritos de Santo Tomás de Aquino, en particular, influyeron en la Iglesia durante este período para usar el término transubstanciación para describir la conversión milagrosa del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la consagración en la Misa. Una vez profundizado en las universidades de formación sacerdotal (seminarios) estas verdades, la explosión eucarística no se hizo esperar y los fieles empezaron a pedir a sus pastores que se expusiera el Santísimo y se realizaran las grandes procesiones del Corpus Christi.
Y así, la Iglesia ha seguido perseverando en estas procesiones y Congreso Eucarísticos que tanto bien hacen a los fieles.
¿Cómo se organizan estas procesiones?
Los libros litúrgicos de la Iglesia continúan alentando el transporte de la Eucaristía en procesión en la Solemnidad del Corpus Christi u otras ocasiones importantes, calificando esta práctica como “deseable” (cf. Misal Romano, Formulario de Misa para el Corpus Christi; Ceremonial de los Obispos, 386). El propósito de tales procesiones por las calles es dar testimonio público de la fe del pueblo cristiano y manifestar su devoción al Santísimo Sacramento.
El libro ritual Sagrada Comunión y Adoración de la Eucaristía fuera de la Misa indica que corresponde al Ordinario del lugar decidir sobre la conveniencia de tales procesiones y aprobar un lugar y un plan que asegure que estos movimientos se realicen con decoro y reverencia (101). Además, se deben hacer los arreglos adecuados con las autoridades públicas y los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley para garantizar la seguridad de quienes participarán en las procesiones.
Idealmente, el Santísimo estará reservado en un Sagrario y se prepara una custodia y se coloca sobre el altar. Se ofrece una oración adecuada, que en nuestra diócesis consiste en el rezo de Laudes por todos los sacerdotes, se inciensa el Santísimo Sacramento y luego comienza la procesión.
Los cantos e himnos eucarísticos que son fáciles de cantar y memorizar deben ser dirigidos por un coro durante la procesión. Si bien no es obligatorio, puede tener lugar la costumbre tradicional de detenerse en las estaciones para proclamar la Palabra de Dios y dar una bendición eucarística.
También se puede utilizar opcionalmente un dosel o baldaquino sostenido sobre el Santísimo Sacramento.
Al finalizar la procesión, se debe dar la bendición con el Santísimo Sacramento en la iglesia donde termina. Luego se reposa el Santísimo Sacramento.
El Ceremonial de los Obispos da el siguiente orden para las procesiones eucarísticas: portador de la cruz con porta velas, clérigos y diáconos con sus albas en procesión, diácono(s) de la Misa, Turífero, obispo o sacerdote portando el Santísimo Sacramento, otros miembros de la congregación católica [opcionalmente llevando velas encendidas], personas que porten pancartas adecuadas, instrumentos musicales, todo el pueblo santo de Dios.
Mis queridos hermanos, les animo a todos a que vengan a Charlotte el sábado 9 de septiembre y, como ha dicho nuestro querido obispo, aprovechen las grandes gracias que Dios está derramando sobre nosotros al “encontrarnos con nuestro Señor y sus pastores para que juntos podamos darle gloria y honor”.
— Padre Julio Domínguez
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