Quiero tomar la oportunidad para agradecer a Dios toda la bondad que tiene para nuestra diócesis.
Por nuestro obispo, que con su sencillez y amabilidad siempre muestra la serenidad y la caridad en sus actos para poder ir tomando decisiones prudentes que van llevando a nuestra diócesis a ser una diócesis muy diferente a las demás, sobre todo en el amor a Cristo.
Por nuestro vicario general, que tiene una inteligencia increíble y que ha venido a fundamentar de una manera muy buena a nuestra diócesis.
Quiero agradecer a Dios por nuestros pastores, párrocos, diáconos que guían y ayudan al pueblo de Dios y que dan a las comunidades lo mejor de sus vidas, llevando con su caridad y entrega a las almas a Dios.
Al equipo diocesano, que constantemente está trabajando para que haya una espiritualidad profunda en las vicarías y mucha actividad apostólica, que anima y llama a las almas a encontrarse con Dios.
A los grupos apostólicos, que no dejan de trabajar constantemente en la evangelización y formación de sus miembros y que son un tesoro para nuestra iglesia diocesana.
Pero de una manera muy especial le doy gracias a Dios por las miles de familias que se han estado integrando en la misión apostólica y que están tomando muy en serio la educación moral y espiritual de sus hijos. Ellas han visto la necesidad de ponerse en guardia y responder con los valores evangélicos a la amplia gama de desafíos que el mundo está presentando a los jóvenes.
Ya que mencioné a los jóvenes, quiero hacer especial mención a ellos, pues muchos jovencitos están preocupados por lo que está pasando con otros jóvenes, que envenenados por las corrientes de este mundo, dejan la fe y se van a vivir como si Dios no existiera. Conozco jóvenes que están haciendo lo posible por despertar a otros jóvenes en la fe, y que se esmeran por hacer algo por ellos. Ante ellos yo doblo mi rodilla, los respeto, les animo a seguir, e invito a todos a hacer lo posible para que ellos puedan hacer su misión en el mundo de una manera sólida y fácil con la ayuda de todos nosotros.
A todos ustedes que forman parte de esta gran aventura de hacer posible la extensión del Reino de los Cielos, les doy las gracias y de corazón les deseo un Feliz Año lleno de muchas bendiciones.
No nos cansemos de hacer el bien, ¡perseveremos en la misión de Cristo!
El Padre Julio DomÍnguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano.