En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto donde permaneció cuarenta días (Mc 1:12). Nuevamente nos encontramos guiados por el Espíritu al desierto cuaresmal, ese mismo desierto que es el lugar de encuentro con Dios y en donde podemos discernir su voluntad para nosotros.
Fue lugar de encuentro para Moisés (Ex 3:1-6); lugar de silencio, solitud y admira- ción, como le sucedió a Abraham (Gn 15:5-6); lugar donde te puedes encontrar con fieras salvajes y también donde los ángeles del Señor te acompañan y sirven (Mc 1:13).
Ahora, es tiempo de dejarnos llevar por el Espíritu a ese mismo desierto. Para que esto suceda, nosotros, tú y yo, debemos tomar conciencia de que, como todo viaje, requiere de planeación y preparación.
Entonces, ¿cómo te puedes preparar? Primero, debes desear ir solo, pues Dios desea encontrarse contigo y darte de su tiempo uno a uno. Para eso, debes decidir desapegarte de aquello o aquellos que no te quieren dejar ir. ¿Por qué no te quieren dejar ir? Porque te quieren, no pueden estar sin tí, y piensan que el amor que te ofrecen es suficiente y que con eso deberías conformarte. No piensan así por desearte mal, es simplemente que así pensamos muchas veces. Pero tú sabes, porque lo sientes, que tienes necesidad de alguien que es más que todos los amores y cariños de este mundo juntos. Ese es Dios que desea tener este tiempo contigo a solas.
Vé a un lugar solitario de tu casa, pon frente a tí un crucifijo, o una vela encendida, o una biblia abierta, y ponte de rodillas frente a Él. Haz una pequeña oración: “En tu nombre Señor Jesús, en tu espíritu, y tú y yo con la misma intención, dame la gracia de poder estar contigo con toda mi mente, fuerzas, corazón y alma”.
Respira profundamente, déjate tomar de la mano por tu ángel de la guarda, no tengas miedo, entra en ese desierto y déjate sorprender por aquel que es amor.
Luego, después de haber tenido esta experiencia, descríbela y escríbela. Vé con tu ministro, catequista, o con la monjita de tu comunidad. Comparte. Si están muy ocupados, entonces ve al Santísimo que siempre tiene tiempo para todos, porque para Él eres lo más importante.
Ayuno, limosna, oración, son parte de los ejercicios espirituales de toda Cuaresma. Te invito a ponerlos en práctica de una manera intencional. Resiste la tentación de creer que no son necesarios ni importantes. Para los bobos son bobadas, para nosotros, hombres y mujeres de fe, son gracias de nuestra fe, parte de nuestra vida espiritual.
Gloria a Dios, hermanos en Cristo Jesús.
El diácono Eduardo Bernal es coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Charlotte.