Cómo podemos ser mejores ovejas y mejores pastores? Nos toca el papel de ser buenas ovejas y todos nosotros tenemos el papel de ser también el buen pastor en las vidas de los demás.
Primero ovejas. La oveja escucha y sigue. Hace muchos años conocí un obispo que me dijo: ‘Sabes Vicente, cada noche, antes de acostarme, le digo al Señor, si me permites despertarme mañana te prometo que te voy a despertar a tí en mi corazón”. Una manera de ser mejores ovejas es rezando esa pequeña oración.
Segundo, a ustedes, ¿cómo ser buenos pastores?
El pastor es el que ama, que guía, que protege. Nuevamente estamos de acuerdo, ¿pero cómo se puede vivir esto más plenamente cada día?
Todos tenemos un crucifijo. En el cuarto, en la oficina o uno chiquito en el bolsillo. Si miramos al crucifijo, Él nos va a decir qué se requiere para dar, amar y proteger.
Dice Lucas en su Evangelio que el buen pastor deja las 99 ovejas para buscar a la oveja perdida.
Hay personas que necesitan más escucha, más tiempo, más comprensión, más amor. Y cuando estas personas se presentan en nuestras vidas la tendencia es decir: ‘mira, ya viene ese latoso’.
Cuando estaba en México trabajé con ‘Las hijas de la caridad’, un grupo de monjas. Recuerdo el caso de Javier, un muchacho que murió a los 19 años de SIDA. A los cinco años lo prostituyeron con una gente a la que le gustan los niños. Eventualmente la familia lo abandonó en las calles y llegó a una casa de ‘Las hijas de la Caridad’.
Allí encontró a Sor Consuelo, quien fue la persona que le tendió esa manita cuando buscaba alguien que lo escuchara.
Una vez pregunté a Sor Consuelo por qué gastaba tanto tiempo en Javier. “Se me hace que cuando nació Javier, él tenía una mamá que lo arrullaba en sus brazos. Ahora que no está esa mamá, se me hace a mí que me toca hacerle ver que todavía está en los brazos de Dios y todavía Dios lo está arrullando”, respondió.
Si nosotros vemos que esta persona que es latosa, que fastidia, como mi hermano, mi papá o mi mamá, a lo mejor nuestra atención sería muy distinta.
Yo crecí en una finca. Mi mamá horneaba pan dos veces por semana y todos nosotros crecimos comiendo pan. Imaginen mi alegría cuando llegué a la Ciudad de México y encontré una panadería en cada esquina de la ciudad.
En México, la gente cuando ve a una persona que muy buena, le dice “eres bueno, como el pan”.
Leo, más adelante en esta Misa, vas a tomar en tus manos el Pan de Vida, y espero que cada vez que tomes ese Pan de Vida en tus manos, que todos recuerden que no solamente eres el pastor sino también un buen pastor.
Mi oración por todos ustedes y en particular para Leo es que cada día de tu vida puedas despertar a Jesús en tu corazón, que esa cruz te recuerde siempre de la generosidad y el amor de Dios que nos envía hacia la persona más fregada y que, al final del día, la gente pueda decir, “ese Padre si es bueno, como el pan”.
Texto condensado de la homilía del Padre Vicente Finnerty del domingo 2 de junio.