No entiendo qué nos pasa. Especialmente a nosotros católicos, formados supuestamente en el amor, como imágenes vivas del maestro, de Jesucristo, de Dios hijo que se hizo hombre para mostrarnos el camino que Dios Padre nos indica.
El gobierno aseguró hace pocos días que iniciará redadas masivas para capturar, detener y deportar a cerca de diez millones de inmigrantes indocumentados que trabajan para mantener a sus familias, pagan impuestos y contribuyen al bienestar del país.
¿Cuál fue nuestra respuesta?
La organización Raíces, que ha tomado la bandera de defensa de los derechos humanos de los migrantes, sorprendió a los neoyorquinos al colocar, en varias esquinas del centro de la gran manzana, decenas de jaulas metálicas que simulaban tener dentro a un niño arropado con una de esas mantas de aluminio que se les entregan en los centros de detención. Las jaulas emitían sonidos de grabaciones reales de los niños detenidos llorando por la ausencia de sus padres. El impacto fue tremendo, pero alcanzó solamente a unos pocos.
Mientras, la crisis humanitaria en la frontera continúa sin tener visos de solución. Más y más niños son separados de sus padres y enjaulados en las llamadas perreras, sin acceso a servicios de salud, educación, a tiempo para el juego ni a artículos de aseo personal.
¿Cuál es nuestra respuesta?
El gobierno mexicano ha iniciado su participación en la cacería humana, deteniendo migrantes en tránsito hacia el sueño americano. Madres cargando a sus hijos en brazos ruegan a los soldados que no los detengan, que sus vidas corren peligro si los devuelven a Centroamérica.
Algunos aseguran que el esfuerzo es justo, que se está deteniendo a delincuentes, terroristas, traficantes de drogas y humanos. La realidad es que la gran mayoría son padres con hijos que escapan de la miseria y violencia en sus países de origen, no en búsqueda de riqueza sino tras la posibilidad de encontrar un rincón donde vivir sin miedo.
Una vez más pregunto: ¿Cuál es nuestra respuesta?
Hace una semana, una imagen publicada por CNN impactó a millones de personas. La gráfica, imposible de ver sin derramar lágrimas, ilustra el drama de los migrantes que cruzan a nado la frontera. Un padre y su hija, una bebé en brazos, hallaron la muerte cuando buscaban la vida.
¿Cuál fue nuestra respuesta?
La Conferencia de Obispos de Estados Unidos una vez más exigió al gobierno federal un trato humanitario para “todas las personas, sin importar su país de origen o estatus legal”, que “están hechas a la imagen de Dios y deben ser tratadas con dignidad y respeto”.
Pero, como parte de mi comunidad, siento con dolor que hemos perdido nuestra capacidad de indignación y protesta. ¿Hasta cuándo, por el amor de Dios, seguiremos ‘viviendo’ nuestras vidas sin importar el drama de nuestros hermanos? ¿Cuándo gritaremos ¡basta ya!, ¡no más!?
La frase del pastor luterano Martin Niemöller, pintada en una pared del Museo del Holocausto en Washington DC, refleja lo que podría ocurrir si no respondemos con propiedad a esta pérdida de valores que permite que lo impensable ocurra.
“Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada, porque yo no era judío. Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí.”
César Hurtado es especialista en comunicaciones hispanas de Catholic News Herald.