Cuando Dios tuvo a bien pensar en la mujer, vio que el hombre se sentía solo y tuvo la gran idea de darle una compañera.
A esta la llamó Eva pues sería la madre de todos los vivientes
Desde el origen de esta maravillosa creación de Dios, la mujer ha sido pensada con un doble instinto, el primero ser compañía y el segundo ser madre.
El primer instinto es muy esencial y hermoso a la vez, pues siempre veremos el papel de la mujer en nuestra sociedad, en nuestras vidas, como aquella que sabe identificar lo que nos agobia, lo que nos preocupa. Ese sexto sentido que ellas tienen es siempre un don que han recibido de Dios para poder acompañar al ser humano y estar al pendiente de los demás. Ese don de Dios es tan maravilloso pues podríamos decirlo que las asemeja a Dios en su divina providencia y cuidado por los demás.
El segundo instinto es todavía mas sorprendente y maravilloso, me refiero al don de la maternidad. Ya desde el momento que Dios creo a la mujer, quiso poner en ella todas las facultades para que fuera fecunda, que fuera capaz de cooperar con Dios en la obra de la creación de un nuevo ser y sobre todo puso en ella todo ese amor, profundo y encarnado de proteger e incluso dar su vida por ese ser concebido en su seno.
Ser madre no es cualquier cosa, es un don venido de lo alta, es un don al servicio de una humanidad que recibió el mandato de ser fecundos y multiplicarse. Ser madre toca las más íntimas fibras del ser humano.
Es por eso que nuestras madres siempre están al pendiente de nosotros, aún cuando casi tengamos cincuenta años, ellas seguirán preguntando si estamos bien o si las necesitamos, ¿qué acaso no es lo mismo que hace Dios con todos nosotros que, a lo largo de nuestra existencia, no aparta sus ojos de nosotros?
Nuestras mamás buscan el bien de nosotros, siempre tratando que seamos mejores, que tengamos éxito en la vida, que mejoremos en todo, incluso muchas veces en nuestras actitudes desviadas, porque saben que todo ello nos llevara a la felicidad. Al igual que Dios, ese ser extraordinario, que como bellamente diría el Papa Luciani o Juan Pablo I en su discurso del 10 de septiembre de 1978 “Dio e anche Madre-Dios también es Madre” refiriéndose a que Dios está siempre al pendiente de que nosotros vayamos triunfando, creciendo en sabiduría y en gracia, dándonos los medios para convertirnos siempre, asemejándonos a Él, haciendo relucir nuestra dignidad humana y sobre todo mostrándonos el camino hacia la felicidad eterna.
Un don que, últimamente debido a la presión ideológica de nuestros tiempos, ha hecho guerra para deteriorarlo, pero sabemos que, al ser un don de Dios, puesto en la creación ontológica de la mujer seguirá siempre triunfando y seguiremos teniendo estas bellas mujeres que no solo nos sirven de compañeras, sino que también están siempre presente entre nosotros.
Una felicitación a todas aquellas mujeres que han recibido el don de ser madres y que con mucho amor han recibido a sus hijos. De una manera muy especial quiero extender la felicitación a manera tal que llegue a aquellas mujeres, que a lo mejor no han dado físicamente a luz a un hijo, pero han sabido darles luz a tantas almas. Pienso en todas las monjitas que se esforzaron por educar a miles de niños con disciplina, talento y mucho amor.
Pienso en las doctoras y enfermeras que no tan solo realizan un trabajo, sino que entregan su vida por el bien y el cuidado de los pacientes y así podría mencionar muchas ministerios y funciones en que la mujer sigue siendo parte esencial de nuestras vidas.
Que nuestro buen Dios siga bendiciéndolas a todas ellas y puedan seguir siendo para todos nosotros esa ayuda, esa protección, esa guía, esa bondad de Dios operante aquí en la tierra. Dios las bendiga siempre y felicidades en este Día de las madres.
El Padre Julio Dominguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.