Cuánta ansiedad existe en estos días. Desde que comenzó todo este desastre de la pandemia, el mundo ha tomado una ruta de mucho temor, estrés y locura.
Todos estamos al pendiente de lo qué va a pasar o está pasando. Hemos puesto toda nuestra atención a este virus que ha llegado quién sabe de dónde, y que está mutando día con día, produciendo estragos en nuestra sociedad y en nuestras vidas. ¡Tenemos tanto miedo a que nos mate el cuerpo!
Encontramos por doquier noticias, comentarios, redes sociales, medidas de seguridad, grandes corporaciones en búsqueda de un antídoto, sistemas políticos, etc.
Todo está centrado en qué vamos a hacer para salvar nuestro cuerpo.
Me pregunto si nos hemos puesto a pensar en una vacuna para salvar nuestra alma. Jesús nos dice: no teman a los que pueden matar el cuerpo, pero al alma no pueden matar. Teman más bien a aquel que puede matar al cuerpo y al alma en el infierno (Mt. 10,28).
¿Qué acaso no nos damos cuenta que hay peores virus en nuestras vidas? ¿Cuántas almas están siendo arrasadas por el virus de la pornografia? ¿Cuántas no están convenciéndose que abortar es un derecho? ¿Cuántas películas y novelas están produciendo el convencimiento social de que el placer es el centro de la vida del hombre?
La exhalación del mal se ha puesto por encima del bien, y eres grande, según ellos, cuando puedes realizarlo. El ser ateo se ha convertido en una moda entre los jóvenes. El matrimonio según la ley de Dios es una manera de quitarte la libertad, pues según ellos es mejor el individualismo.
La persona humana vale ya mucho menos que la de un animal. Antes te solían decir ‘llevas una vida de perro’ y era un insulto, ahora con todos los privilegios del perro hasta gusto te da que te lo digan.
El virus mortal avanza, la bondad del hombre está en sala de emergencia, los valores morales están asfixiados y no hay quien piense en una vacuna urgente. El alma está sofocada y no puede ya decir absolutamente nada.
Aún con todo este temor del virus que mata el cuerpo y buscando un remedio a este, deberíamos sentarnos y reflexionar seriamente si estamos preparados en cualquier momento para ser llamados al juicio eterno.
El enemigo ha puesto el mayor virus mortal en el mundo y es algo que no podremos parar ya, al menos que muchos nos unamos, pues el enemigo ha logrado deformar y apagar la “Conciencia Humana” y el “Santo temor a Dios” para dar bandera abierta a la plena corrupcion y destrucción de la dignidad humana.
De este virus nadie habla, nadie se preocupa. Creemos que jamás estaremos delante de esto, siendo así que todos estamos tan cerca de ello.
Que el Espíritu Santo siga infundiendo en nuestra alma la voz de Dios (conciencia) que nos invita a regresar a Él, y que nos llama a amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado.
Toma unos quince minutos de tu tiempo y piensa en tu alma, porque al final es la única que sobrevivirá, pues ha sido creada inmortal por Dios y ella podrá rescatar al cuerpo para una vida bienaventurada, orientándolo hacia Él.
Piénsalo, medítalo y únete en oración para que mucha gente pueda hacer frente al gran virus que ha entrado en nuestras familias y sociedades.
El Padre Julio DomÍnguez es director del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.