Hemos comenzado este nuevo tiempo litúrgico del Adviento. Un tiempo con carácter preparativo en la espera de algo hermoso que está por llegar y, al mismo tiempo penitencial que exige de nosotros el preparar los caminos del Señor.
Como se habrán dado cuenta, ya nuestras iglesias han cambiado en sus ornamentos y vestiduras sagradas al color morado. Eso indica que estamos en este tiempo preparatorio y que toda la Iglesia universal se une para recibir con alegría al Hijo de Dios que viene ahora a nuestros corazones.
El Catecismo de la Iglesia Católica remarca este tiempo especial invitando a todos los cristianos a esperar con alegría y entusiasmo porque “La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda venida” (CIC 522-524).
La palabra “Adviento”, del vocablo latino adventus, significa venida, advenimiento, haciendo referencia a la venida del Señor. Palabra que en la antigüedad se aplicaba especialmente a la llegada de algún personaje importante. En este tiempo, los creyentes en Jesucristo se lo dedicamos a Él en la espera de Su Segunda Venida. Porque no hay nada ni nadie más importante que Él, por ende, no habrá más advenimiento que el suyo.
Es el mismo Señor quien nos concede ahora preparar con alegría el misterio de Su nacimiento, para que Su llegada nos encuentre perseverantes en la oración y proclamando gozosamente Su alabanza. (Prefacio III Adviento).
Como pueden darse cuenta, la Iglesia celebra en este tiempo un triple Advenimiento del Señor. En primer lugar, el histórico, cuando asumió nuestra misma carne para hacer presente en el mundo la Buena Noticia de Dios. Aquí, en este tiempo antes de Navidad, hacemos una serie de preparativos para recordar ese hermoso momento de la Encarnación del Hijo de Dios.
En segundo lugar, el que se realiza ahora, cada día si nosotros lo queremos, a través de la Eucaristía y de los demás sacramentos, y a través de tantos signos de Su presencia, comenzando por el signo de los hermanos y de los hermanos pobres, como nos recordará la liturgia: “…el mismo que viene a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos con fe…”; y, finalmente, en tercer lugar, la venida definitiva al final de los tiempos cuando llegue a plenitud el Reino de Dios y nos abra a la vida eterna. Durante este tiempo de Adviento estaremos escuchando muchos textos de la Escritura hablándonos de esta venida, y de la importancia de estar bien preparados.
Distinguimos dos momentos en este camino de Adviento: el que iniciamos el domingo 28 de noviembre y que culminará el 16 de diciembre. Con esto no quiero decir termina ahí, ese día finaliza la primera etapa de este precioso tiempo, este tiempo necesitamos tomarlo con mucha seriedad, tratando de prepararnos al máximo espiritualmente a través de un buen examen de conciencia, una buena confesión, ayunos, obras de caridad, cambio de actitudes, perdonando, etc.
Podemos también tomar estos días sin perder el sentido espiritual para preparar nuestras casas, adornarlas, poner signos que inspiren el entusiasmo y la alegría.
Hoy más que nunca, necesitamos recordarle al mundo que Cristo sigue vivo y que nosotros creemos en Él, por lo tanto un signo externo fuera de casa es muy necesario.
El segundo momento inicia exactamente el 17 de diciembre, y no hay nunca ningún cambio, y culminará el 24 de diciembre antes de la Misa vespertina de la vigilia. Esta parte del Adviento es un tanto diferente porque la Iglesia nos invita a preparar con alegría el misterio de Su nacimiento de una forma más directa, podría decirse que se habla un poco más claro de la Navidad.
Nosotros como comunidad Hispana tenemos la riqueza de las tradiciones navideñas, como serían las posadas. Que nuestras posadas se conviertan en momentos de evangelización en los cuales llevemos el misterio de Jesús, José y María a las casas. Ojalá que podamos llevarlo a las casas de aquellos que se han olvidado de Cristo. Allí demos testimonio de nuestra fe, recemos con devoción el Rosario, la novena de Navidad, hablemos de las bendiciones que nos trajo el Hijo de Dios, sobre todo la redención de nuestros pecados. Y finalmente concluyamos con el tradicional ágape, es decir con los abrazos de alegría y el compartir las piñatas, dulces, merienda y todo lo que sabemos hacer, siempre recordando que el fundamento de nuestra alegría está en la venida del Señor.
El secreto del Adviento está en unir la liturgia con la historia y la celebración con la vida. Para hacer vida el Adviento se necesita la perspectiva larga de la esperanza en el proyecto global, en el plan de Dios desde su revelación en la historia con sus grandes intervenciones, como lo sería su Encarnación y sus manifestaciones más pequeñas, más cercanas de cada día, pero sobre todo la venida personal del Hijo de Dios que quiso vivir en nuestro mundo: Jesús de Nazaret, celebrado como un recién nacido en la Navidad que se acerca.
Felicidades en este tiempo y recordemos: Estar preparados, porque no sabemos cuándo vendrá nuestro Señor en su segunda venida. Que encuentre nuestros corazones preparados y llenos de alegría ante su venida.
El Padre Julio Dominguez es el Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.