Durante este año jubilar de nuestra diócesis, cada parroquia ofrecerá 50 horas de adoración al Santísimo Sacramento. Primeramente, para pedir a Dios por nuestra diócesis, para darle gracias por todas las bendiciones que hemos recibido y por el gran don de la fe que vibra en cada una de nuestras parroquias.
Ojalá que todos nos hagamos partícipes de estas horas de adoración, que al salir las listas para anotarnos a la adoración, seamos los primeros en poner nuestros nombres para llenar todos los espacios y no dejar ni un momento solo al Señor.
Cuando escucho el lema de este año jubilar: la fe es más preciosa que el oro, se me viene a la mente la pregunta: ¿Cuál es la mayor riqueza que tenemos en nuestra diócesis?
La fe como don de Dios, es una gracia sobrenatural que es dada a los hombres para poder responder mejor a todo lo que Dios nos ha revelado y aceptar con el corazón. Pero esta fe viene expresada en los fieles, y es allí donde la fe es más preciosa que el oro pues transforma a los fieles.
El don de la fe transforma a todos esos niños que en su casa van recibiendo de sus padres el regalo de la fe, que desde pequeños se les guía a las fuentes de la Vida a través de las oraciones, de la misma fe vivida en casa, la recepción de los sacramentos iniciales, y en fin culminando con la recepción de la Eucaristía al hacer su Primera Comunión.
El don de la fe fortalece a los jóvenes, sobre todo en su confirmación, y los hace emprendedores en búsqueda de lo profundo y espiritual. Ellos son los que, con sus vidas, ofrecen a la Iglesia la esperanza de seguir adelante. Aunque hay tantos obstáculos en este mundo para el crecimiento de su fe, muchos de ellos toman iniciativas hermosas que nos demuestran a todos que el Espíritu Santo sigue actuando.
Los jóvenes tomarán rumbos diferentes, algunos decidirán crear matrimonios cristianos, células vivas para nuestra sociedad y nuestra Iglesia. Otros serán llamados a la vida sacerdotal o a la vida religiosa y entregarán su vida al servicio de Dios y de la Iglesia. Otros querrán ir por el mundo como misioneros; por eso es necesario que los tengamos siempre en nuestras oraciones.
Los adultos desarrollan y viven su fe a través de sus ocupaciones diarias, en el cumplimiento de su deber y actividades ordinarias. Ellos se santifican con el trabajo que realizan para lograr el sustento de sus hogares. Educan a sus hijos y son los principales catequistas y maestros de ellos. Sirven en diferentes ministerios en la Iglesia y van haciendo que el reino de Dios se haga posible permitiendo que nuestra diócesis desarrolle programas de educación a través del sostenimiento económico de todas las entidades de la Iglesia.
No quiero dejar fuera a nuestros queridos religiosos sirviendo en esta hermosa diócesis, muchos viniendo de otros países a servir aquí. Ellos son un vivo testimonio de fe y de entrega de esta fe, una fe que se traduce en obras a través de la entrega de su propia vida.
Con gran cariño vemos a nuestros pastores sirviendo al pueblo de Dios lo mejor posible dentro de sus capacidades. Ellos van buscando día a día nuevas formas para motivar en sus fieles esa fe más preciosa que el oro, ellos la viven, la transmiten y propician el sentido de una fe vivida dentro de la comunidad cristiana.
Nuestros diáconos, con esa vocación de servicio que han elegido, transmiten esa fe en el servicio sin reserva a las comunidades, muchos de ellos dividiendo su tiempo entre su familia y la Iglesia, dando a cada familia lo mejor de ellos.
Nuestros seminaristas, que en su deseo de llegar a ser sacerdotes, dan una respuesta generosa a comenzar la formación sacerdotal en los centros de formación. Ellos inspiran a tantos otros jóvenes a tener el ideal de servir a Dios y al prójimo.
¡Todos somos parte de este gran tesoro de la fe! Dios nuestro Padre quiere seguir entregándola a cada uno de sus hijos, especialmente en este año de gracia jubilar de los 50 años de nuestra diócesis.
Vivamos este momento histórico y hagamos lo posible por crecer en nuestro amor a Dios y al prójimo por amor a Dios.
Bendiciones a todos.
El Padre Julio Dominguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.