Los cristianos católicos durante siglos hemos celebrado el mes de mayo como el mes dedicado a honrar a la Santísima Virgen María. Lo hemos aprendido de nuestros padres y abuelos y lo hemos celebrado en la iglesia de nuestras ciudades, pueblos y aldeas.
Celebraciones presididas por la Eucaristía y acompañadas de procesiones con la Virgen de Fátima, el rezo del Santo Rosario, ofrendas florales y cantos en honor a la Madre del Cielo.
El pueblo canta en dichas celebraciones: “El trece de mayo, la Virgen María bajó de los cielos a Cova de Iría. Ave, Ave, Ave María, Ave, Ave, Ave María”.
Las primeras referencias en la historia del ‘Mes de María’ son del siglo XIII en el que el que el rey Alfonso el Sabio de Castilla invitó a rogar a María ‘Bienvenido Mayo’.
En el siglo XVI la devoción se extendió por Alemania e Italia. Por esas fechas, San Felipe Neri aconsejaba a los jóvenes a venerar a María durante el mes de mayo.
En el siglo XVII los dominicos dedicaron a la Virgen los domingos de mayo. A finales del siglo XVIII, la práctica piadosa llegó a Estados Unidos y Latinoamérica.
Los primeros pontífices que la aconsejaron fueron Pío VII y Pío IX, que la premiaron con grandes indulgencias.
Las formas en que María es honrada en mayo son tan variadas como las personas que la honran.
Es común que las parroquias tengan en este mes un rezo diario del Santo Rosario, un altar especial con la imagen de Nuestra Señora de Fátima, unas jornadas especiales de culto mariano como el Salve a la Virgen, poemas, danzas, serenatas, la coronación de la Virgen por parte de los niños y, muy especialmente, la
Santa Eucaristía en honor de la Reina del Cielo.
Muchos movimientos marianos, como la Legión de María, los Caballeros de la Virgen y la Misión del Santo Rosario, realizan durante este mes de mayo encuentros, retiros, consagraciones y renovaciones, con lo que buscan crecer en la devoción a María, teniendo siempre presente que honrándola a ella vamos en un camino seguro hacia su hijo, Jesús, el Señor.
Muy importante resaltar, es tener en cuenta que la devoción a la Virgen no nos puede llevar a endiosarla o a fanatizarnos creyendo que su culto está por encima de la adoración a Dios.
La verdadera devoción a María nos tiene que llevar a Jesús, Nuestro Señor, por lo tanto, el mes de mayo tiene que tener como ingrediente necesario una invitación a la conversión.
Celebremos el mes de mayo con María en el camino hacia Jesús. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
El Diácono DarÍo GarcÍa es coordinador del Ministerio Hispano del Vicariato de Hickory.