En la Biblia, palabra de Dios, encontramos señalado un camino óptimo de oración, “el niño aprende a hablar porque sus padres hablan con él; aprende el lenguaje de los padres.
Nosotros aprendemos a hablar con Dios porque Él nos ha hablado y nos habla en la Biblia. En el lenguaje del Padre Celestial aprenden sus hijos a hablar con Dios. Repitiendo las palabras de Dios, aprendemos a orar” (A. Guerra, La oración cristiana, EDE, p. 115.
Es la Palabra la que invita, alienta y estimula al ser humano a relacionarse con Dios; dicho de otra manera, la Palabra es la que dirige la marcha de una oración que a veces debe ser estimula, otras veces empujada y algunas veces corregida.
Desde el Antiguo Testamento la Biblia, como buena pedagoga, marca un proceso que el hombre debe cumplir para educar a la familia en relación amorosa con Dios: escucha, aceptación, transmisión y conservación del proceso que al ser recordado constantemente se va grabando en el corazón. Así nos señala estos pasos el libro del Deuteronomio 6:3-9:
- Al pueblo elegido y a cada uno de los israelitas se le confía el deber de escuchar: “Escucha, Israel. Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh” (6:4).
- Se exige un amor único a Dios: “Amarás a Yahveh tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (6:5).
- Fijación de lo escuchado en el corazón del hombre: “Queden en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy” (6:6).
- Obligación de transmisión. Misión de los padres: “Se las repetirás a tus hijos, les hablarás de ellas tanto si estás en casa como si vas de camino” (6:7).
- Permanencia constante de los preceptos de Dios en cada persona y en cada cosa: “Las atarás a tu mano como una señal y serán como una insignia entre tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas” (6:8-9).
Ejemplo de esta pedagogía de oración, la encontramos en el libro de Tobías. Él siente la necesidad de comunicarse con Dios en todas las circunstancias de su vida. Su fidelidad en la oración le lleva a ser hombre cumplidor de la ley del Señor y así junto a su esposa Sara, hace de su hogar un templo de oración en donde el Señor es invocado a cada momento.
La oración de Tobías está llena de fe y confianza, en ella reconoce la justicia del Señor y suplica misericordia porque se siente débil y pecador. Se pone en manos de Dios y pide ser liberado de las aflicciones que lo atacan (cfr. Tb 3:2-6).
Aun en el momento de tomar a Sara por mujer, expresa sus sentimientos en la oración: no lo hace movido de total apetito de placer, ni por satisfacer sus pasiones, como lo hacen los que destierran a Dios de su corazón, sino por el solo deseo y noble pasión de perpetuar las generaciones de los santos y dejar hijos que bendigan el nombre del Señor todos los siglos (cfr. Tb 8:4-8).
La oración de Tobías resulta de la educación recibida de su padre Tobit, quien actuando conforme al esquema señalado anteriormente por el Deuteronomio, procura cumplir cabalmente y transmitir los mandamientos del Señor a la generación futura (cfr. Tb 4:5-7).
El Padre Fabio MarÍn, sacerdote redentorista, es párroco de la Iglesia San José en Kannapolis.