Las primeras comunidades cristianas se dejaban guiar por las enseñanzas escritas y prácticas de Pablo.
En sus cartas no encontramos un método ni un tratado riguroso sobre la oración, pero sí nos revela el perfil de un hombre orante, que con su ejemplo y permanente invitación anima a la oración constante.
El comienzo de cada una de sus cartas demuestra su vida de relación frecuente con el Padre y con Jesucristo. Expresan una invocación filial a Dios, un agradecimiento a nombre de la comunidad o la persona a la cual le escribe y una referencia a Cristo que lo ha llamado a ese ministerio.
Entre otros podemos leer este texto: “A todos los amados de Dios que están en Roma, santos por vocación, a ustedes gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo, por todos ustedes, pues su fe es alabada en todo el mundo.”(Rom 1:7b-8. Cfr. 1Co 1:3-4; 2 Co 1:2-3; Ga 1:3-4; Ef 1:2-3)
En las enseñanzas espirituales se presenta como padre, llamando “hijos” a sus discípulos más cercanos como, entre tantos casos, lo expresa en la primera carta a Timoteo: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza, a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.” (1Tm 1:2. Cfr. 1Co 4:17; Tt 1:4). La paternidad espiritual se extiende a toda la comunidad reunida en las diversas casas donde meditan sus escritos y siguen su dotrina.
Pablo da gran importancia al concepto de casa y de familia en la constitución de la primera comunidad cristiana.
La comunidad de los primeros cristianos fue organizada en familias, en grupos familiares emparentados y en “casas”: la casa era, contemporáneamente, núcleo comunitario y lugar de encuentro.
Sus cartas revelan la importancia, que, para él, tiene la casa como lugar de encuentro. El término “Iglesia doméstica” brota de las cartas de san Pablo, ligado a un método apostólico, que hoy aparece con viva actualidad.
Podemos confrontar algunos momentos en los que Pablo se dirige a las diversas Iglesias reunidas en pequeñas familias: “Saluden también a la Iglesia que se reúne en su casa” (Rom 16:5); “Las Iglesias de Asia los saluda. Les envía también muchos saludos Aquila y Prisca en el Señor, junto con la Iglesia que se reúne en su casa” (1 Co 16:19); “A Filemón y… a la Iglesia que se reúne en su casa” (Flm 1:1-2).
Para Pablo la familia es “transparencia divina” porque goza de la redención de Cristo. Exhorta a los cristianos a seguir viviendo en coherencia la nueva vida en Cristo, y pone la vida familiar como lugar privilegiado de esta vivencia cristiana, porque es signo concreto de la “novedad” traída por Cristo.
En la carta a los Efesios 6:1-4, Pablo se preocupa por hacer una doble invitación: de un lado pide a los hijos respetar a sus padres como deber justo en cuanto que son dadores de vida, y de otro lado invita a los padres a no exasperar a los hijos e insiste en la necesidad de educar en la virtud desde pequeños, en particular mediante la enseñanza de las Escrituras de tal manera que puedan establecer una comunicación fecunda entre Palabra de Dios y realidad presente.
Y en la primera carta a Timoteo 2:15 presenta el papel de la madre generadora de hijos y salvación en cuanto que persevera con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad.
El Padre Fabio MarÍn, sacerdote redentorista, es párroco de la Iglesia San José en Kannapolis.