Continuamos con la cuarta parte de la reflexión del Evangelio de San Lucas 24:13-35. Después de salir al encuentro de sus discípulos, darles una explicación de todos los textos de la Escritura que se referían a Él, que lo reconozcan en la fracción del Pan, los discípulos regresan a su comunidad cristiana.
Los dos discípulos recobran valor y vuelven a Jerusalén, donde continuaban activas las mismas fuerzas de muerte que habían matado a Jesús y que habían matado en ellos la esperanza. Pero ahora ha cambiado todo. Si Jesús está vivo, entonces en él y con él hay un poder más fuerte que el poder que le mató. Esta experiencia los hace resucitar.
Realmente todo mudó: valor, en vez de miedo; retorno, en vez de ida; fe, en vez de falta de fe; esperanza, en vez de desesperación; conciencia crítica, en vez de fatalismo frente al poder; libertad, en vez de opresión; en una palabra: vida, en vez de muerte. En vez de la mala noticia de la muerte de Jesús, la Buena Nueva de su Resurrección. Los dos experimentarán la vida, y vida en abundancia (Jn 10,10); señal del Espíritu de Jesús actuando en ellos.
Señor, el amor a tu divina presencia no puede dejar a nadie indiferente. Como los discípulos de Emaús sintieron el deseo ardiente de regresar a la comunidad y proclamar a todos que Tú estabas vivo, que Tú verdaderamente habías resucitado, así la persona que ha descubierto el gran tesoro de la Eucaristía no se queda apacible e indiferente, sino que quiere ir a proclamarlo a su familia, a sus amigos y a todo mundo que se presenta delante de ellos.
Ya el sentido de duda ha desaparecido, ya no van indiferentes por el mundo, ya no sienten el vacío existencial en sus vidas, pues en el fondo de su interior se presenta una verdad viva: Jesucristo verdaderamente ha resucitado.
Tu presencia viva está siempre con nosotros Señor. Nos quieres acompañar en cada momento de nuestra jornada y es por lo que la búsqueda de la comunión diaria es tan importante. Y si por ventura no pudiéramos recibirte diariamente, al menos cada semana poder sentir tu divina presencia dentro de nosotros. Pero tu bien sabes que a veces, debido a nuestros trabajos y ocupaciones diarias, no podemos aproximarnos a la Eucaristía diaria y por eso nos recuerdas que te quisiste quedar prisionero por nosotros, en ese pedazo de pan, allí oculto en el Sagrario, para podernos hacer compañía.
Señor, te pedimos perdón por todos aquellos que te recibimos indigna o distraídamente. Aquellos que se aproximan pero que en realidad no saben ni lo que están haciendo, o aquellos que te reciben con gran emoción pero que saliendo de tu santo templo se olvidan por completo de que los estas acompañando en su vida diaria. Qué diferente sería el mundo si cada cristiano católico se diera cuenta de la importancia de la Eucaristía en sus vidas, la acogiera con gran devoción y se diera cuenta que el Señor es quien está entrando en ellos para poder transformar sus almas y vidas.
Tú Señor, eres presencia viva, que se apareció a María Magdalena en el domingo de Resurrección, a Pedro y Juan y después a todos los discípulos, Tú eres quien decidió irse cerca de los discípulos de Emaús para hacerles entender los misterios de tu Resurrección y ahora Señor eres esa presencia ardiente que sigue muy cerca de nosotros para guiarnos y ayudarnos a reconocerte en nuestra vida diaria.
Que te reconozcamos Señor, para que con fuerza y valentía podamos ir al mundo y proclamar que verdaderamente tú has resucitado.
El Padre Julio DomiÍnguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.