Es posible que en estos últimos días hayan notado una baja sensible en nuestro material compartido a través de la página de Facebook de Catholic News Herald en Español.
Primero de todo, como dirían nuestros hermanos anglos, y antes que nada, como decimos los hispanos, les ofrezco una disculpa.
Afortunadamente, tras una larga espera, pude viajar con mi esposa a México para disfrutar de la vida que ofrece, su cultura, su gente y, especialmente para mí, su increíble comida.
Fueron diez días maravillosos en Guadalajara, Jalisco, San Luis Potosí y Ciudad de México. Esperamos sinceramente poder retornar para conocer más de la riqueza cultural de esta maravillosa tierra, pero sobre todo para integrarnos con su gente amable y divertida que conoce bien cómo expresar el idioma del amor de muchas maneras.
Lo que también pude volver a ver es la profunda diferencia económica que separa a los pobres de los ricos, un hecho muy común en nuestros países latinoamericanos.
Con alegría pude ser testigo del esfuerzo e imaginación con que los mexicanos y mexicanas de todas las edades trabajan para conseguir el pan de cada día.
Es claro para todos que el trabajo dignifica, pero, ¿qué hace que un trabajador sienta que rebaja su condición para ofrecer un servicio?
En mi opinión, lo indigno es el salario. Lo indigno son las condiciones. Lo indigno es el acoso. Lo indigno es la cruda realidad de llegar al extremo de lo servil para poder ganar una “propina” adicional que pueda nivelar la pobre, a veces miserable, remuneración que se recibe por el trabajo desempeñado.
En 2020, durante la fiesta de San José Obrero, día del trabajador, el Papa Francisco rezó por todos los trabajadores, “para que a nadie le falte el trabajo y que todos sean justamente remunerados y puedan gozar de la dignidad del trabajo y la belleza del descanso”.
“Toda injusticia que se comete contra un trabajador es un atropello a la dignidad humana, incluso a la dignidad de lo que hace la injusticia: bajas el nivel y terminas en esa tensión de dictador-esclavo. En cambio, la vocación que Dios nos da es tan bella: crear, re-crear, trabajar. Pero esto puede hacerse cuando las condiciones son correctas y se respeta la dignidad de la persona”, subrayó el Papa Francisco.
Es triste, penoso, ver rebajada la condición de un hombre o mujer que hace lo imposible por ganar unas monedas adicionales necesarias para proveer lo mínimo necesario para mantener a su familia.
Pero la dignidad del pueblo mexicano está allí, presente, latente, vigilante, respaldada por un pasado glorioso, un presente incierto y un futuro, espero de corazón, glorioso.
César Hurtado es gerente de medios hispanos de la Diócesis de Charlotte.