Queridos hermanos en Cristo, con mucho gozo y alegría hemos llegado a este solemne tiempo de Navidad, en donde el Hijo de Dios, Rey del Universo y de la historia, hace su aparición gloriosa entre nosotros para ser el Emanuel, es decir, el Dios entre nosotros, el Dios que camina con nosotros, ese precioso Jesús que viene a salvarnos, y que en estos días lo encontraremos representado en la belleza e inocencia de un Niño.
Después de la hermosa preparación que tuvimos durante el Adviento, con todos los retiros que se realizaron en las parroquias, las miles de confesiones realizadas y las posadas o novenas de preparación, ahora viene este tiempo de paz y de alegría en el cual como cristianos queremos celebrar en grande.
La Nochebuena, como nosotros le llamamos, tiene un toque muy especial, todos queremos ir a Misa y celebrar con toda la comunidad. Hay un ambiente muy hermoso en esta Misa, que deberíamos de tomar como modelo para todas las celebraciones del año. Todo mundo sonríe, todo mundo de una u otra manera quiere dar, los mismos niños vienen a la Misa con una alegría angelical, como animados por el ángel a ver y contemplar el gran misterio de la Encarnación.
Aún los mismos sacerdotes reciben un don de gracia muy especial en esta noche, ellos saben que miles de almas vendrán, incluso aquellas almas que por algún descuido se habían alejado de la comunidad. Es el momento oportuno para desearles esa feliz Navidad, es decir, el deseo sincero y profundo de que Dios nazca en sus corazones y trabaje en ellos la gracia de Dios. No está de menos mencionar la homilía, en esta noche santa, los sacerdotes toman su tiempo para comunicar de una manera hermosa la alegría del Evangelio.
En este tiempo tan hermoso, quiero elevar mi mirada a María Santísima, la Reina, la más Amada. Qué hermoso es sentir que ella está allí muy cerca de su Hijo en ese gran misterio de la Encarnación; qué hermoso es ver que incluso la Iglesia ha puesto un día muy importante, al mero inicio del año, para conmemorar a María como Madre de Dios y, ahora para nosotros como diócesis la posibilidad de que vaya a ser nuestra patrona.
No podemos olvidar mis queridos hermanos, la importancia de la familia en este tiempo. La iglesia pone un domingo durante la octava de Navidad para meditar en las virtudes de esta gran familia de Nazareth, en donde se resaltan las virtudes de la oración, del silencio, del trabajo, de la buena relación humana, del don de la pobreza y obediencia y sobre todo el llamamiento universal a la santidad de cada una de las familias cristianas.
Quiero también recordar en esta carta pastoral a los reyes magos, esos sabios de oriente que dejando la comodidad y seguridad de sus naciones vinieron a buscar y reconocer al Rey de Reyes. Ellos trajeron hermosos dones para rendirse ante su Señor, oro, reconociendo la realeza de este niño; incienso para reconocer su divinidad; y mirra para reconocer que había tomado la naturaleza humana.
En este visitar y dar regalos a este niño, quiero felicitar a todos los agentes pastorales de evangelización y catequesis, que, como los reyes magos, ahora le traen al Señor sus dones. Dirán ustedes y ¿cuáles son esos dones? Y la respuesta es muy hermosa y placentera, lo que más le agrada al Señor, lo más hermoso a sus ojos, es decir, las almas por las cuales Él quiso nacer, darse y entregarse.
Recordaremos con alegría, los cientos de jóvenes que durante el año fueron evangelizados e invitados a seguir a Cristo; ofrecemos al Señor también a todas las personas que estuvieron en la formación teológica y fueron profundizando en el misterio de Cristo. Traemos como don también a las miles de personas que con alegría asistieron al Congreso Eucarístico. Con alegría vimos los cientos de catequistas que llegaron para crecer mas en su ministerio. No se diga los cientos de parejas que recibieron una orientación y ayuda para sus matrimonios y finalmente lo que es mas hermoso y agradable al Señor, los cientos de personas que van encontrando a Cristo Eucaristía como centro de sus vidas, llenando las horas de adoración en las parroquias las cuales vemos cada vez mas comprometido el ministerio Hispano, pues nos lo hemos propuesto como misión.
Queridos hermanos, estos dones son los que hemos ido logrando y tenemos todavía mucho terreno por conquistar. Que la gracia que nos trae este Tiempo de Navidad nos ayude a llenarnos de entusiasmo y bendición y sigamos en la obra de salvación que Jesucristo nos ha traído.
Feliz Navidad para todos ustedes, que esta noche santa sea el momento inaugural de un tiempo en el cual estaremos celebrando profundamente la llegada del gran don de Dios Padre al mundo, el regalo precioso de su Hijo, porque ciertamente Dios quiere que todos los hombres se salven.
El Padre Julio DomÍnguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.