Aquel día, pensé en una versículo de las Escrituras. Caminaba por la senda Lake Shore en el parque estatal Lake Norman. Pasé al lado del remanente de un árbol en las etapas finales de ser reclamado por la naturaleza. En medio de este árbol que parecía muerto había un indicio de nueva vida verde. Contra todo pronóstico, aparecía un nuevo brote.
Recordé la profecía de Isaías: “En aquel día, un retoño brotará del tronco de Isaí, y de sus raíces florecerá un capullo. Es uno de mis pasajes de Adviento favoritos.
Los cristianos ven su cumplimiento en el nacimiento de Jesús.
En el contexto histórico, Isaí (el árbol cortado y casi muerto) fue el padre del rey David (el retoño), el rey más grande en la historia del pueblo judío. Durante su reinado, David unió a las diversas tribus de Israel trayendo paz y prosperidad a la tierra. Sin embargo, después de la muerte de David, el pueblo no tardó muchas generaciones en volver a la corrupción y la guerra. El resultado fueron siglos de exilio, cautiverio y ocupación. El pueblo judío anhelaba la restauración de este otrora gran reino. Anhelaban un nuevo rey David. El retoño sería quien continuaría este legado.
Los primeros cristianos recordaron esta profecía y reconocieron a Jesús como el “retoño”, el nuevo Rey que restauraría la paz y la prosperidad a los cautivos.
A medida que envejezco, cada vez más “miro hacia atrás’, como lo hicieron los primeros cristianos. Desafortunadamente, veo muchos ‘árboles cortados y casi muertos’ en mi vida, restos de días pasados. Estos incluyen mi carrera anterior como ‘capitán de la industria’ (el término de mi hijo para mi trabajo de Gerente General de una gran compañía siderúrgica), mi identidad como padre de niños pequeños, mi misión de proveer para una familia en crecimiento, mi estatus en el comunidad y mis actividades con varias organizaciones sin fines de lucro. Alguna vez fueron árboles florecientes, pero al igual que el viejo árbol cortado y casi muerto que encontré, ahora están sucumbiendo lentamente al paso del tiempo.
Pero, aquel día, miré el muñón de nuevo. En lugar de lamentar los días pasados, vi esperanza. En sus palabras, Isaías le decía a la gente: “¡Deja de mirar el muñón! Está muerto. Céntrate en el ‘retoño’. Enfócate en lo que Dios está haciendo aquí y ahora. Concéntrate en cómo Dios está cumpliendo las promesas para el futuro”.
De los muñones en nuestras vidas brota nueva vida. Si estamos súperenfocados en el pasado, nos perdemos el milagro que ocurre en el presente. Dejamos de lado la invitación al crecimiento, las formas que Dios ha planeado para nosotros para traernos belleza y vida al presente a partir de la muerte del pasado.
Mi antigua carrera se ha ido, pero tengo una nueva carrera como director del Centro de Conferencias Católico, un increíble cambio de la trayectoria de mi vida. Mi vocación anterior se ha ido, pero estoy encontrando una nueva como líder de retiros y director espiritual. Tengo una nueva identidad como abuelo. Dios es sorprendentemente bueno.
También me doy cuenta que, aunque los muñones están muertos, todavía contienen una gran cantidad de experiencia: nutrientes que puedo compartir con los nuevos brotes que se esfuerzan por prosperar.
A medida que comienza la tristeza navideña y los días se vuelven más oscuros, es fácil mirar los muñones de nuestra vida y suspirar. El Adviento, sin embargo, es una temporada de esperanza. ¿Qué hay más esperanzador que una nueva vida brotando de algo que ha muerto?
Dedica unos instantes a buscar esos ‘brotes’ que están tratando de surgir de los muñones de tu vida. Dios te invita a abrir los ojos. “Estoy haciendo algo nuevo.
Está pasando. ¿No lo sientes? (Isaías 43:19).
El diácono Scott Gilfillan es director del Centro de Conferencias Católico en Hickory, N.C.