Queridos hermanos, con gozo y alegría hemos pasado las fiestas navideñas con todos los eventos que durante este tiempo celebramos. De corazón deseo que el tiempo de Navidad haya traído muchas bendiciones para ustedes, como lo es la alegría y la paz en sus hogares y personalmente en sus vidas.
Hemos comenzado ya el tiempo Ordinario y al parecer todo vuelve a la rutina diaria del trabajo, escuela, y vida de familia. Sin embargo, quiero invitarlos a que este tiempo lo hagamos extraordinario, y eso lo lograremos cuando intencionalmente vayamos viendo todas las gracias que el Señor nos va dando en nuestras vidas.
Como ustedes saben, hemos terminado la celebración del 50 Aniversario de nuestra diócesis. Y con todas las celebraciones de este año de gracia, ahora toca preguntarnos, ¿hacia dónde nos queremos dirigir como familia diocesana? Durante el año de gracia también tuvimos la oportunidad de participar en el Sínodo que el Santo Padre pidió a nivel universal y muchos de ustedes tuvieron la gracia de aportar su opinión de lo que esperaban como diócesis para ser una mejor Iglesia, en la cual se viva en Cristo y se revitalice la fragancia de Cristo en todos los sectores en que la Iglesia actúa.
Tenemos que recordar también que nuestro obispos nos invitaron a comenzar el proceso de reavivamiento de la santa devoción a la Eucaristía, y que, siendo una diócesis tan eucarística, queremos participar plenamente con nuestro obispos y sacerdotes y salir al encuentro, invitación y motivación de cientos de hermanos que aún no han experimentado lo que es el don de la Eucaristía.
En estos domingos que hemos pasado del tiempo Ordinario, hemos visto como Jesús bajó para ser bautizado por San Juan, y después de que fue reconocido como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y de haber escuchado esa dulce voz del Padre que confirmó que era su Hijo amado, Jesús se lanzó a su misión, invitando a todos los hombres y mujeres a la conversión. De este mismo modo, la Iglesia universal hace un llamado a todos sus hijos a que no dejen que la rutina diaria les adormezca el sentido de discipulado, sino más bien que lo ordinario lo vuelvan extraordinario en el celo apostólico y entusiasmo de proclamar de una manera nueva, con el testimonio de vida, con nuestras palabras, con nuestra profunda devoción y vida de fe, que Jesucristo sigue en medio de nosotros y con nosotros, invitando a miles de almas a buscar su salvación y encontrarla en la fuente de vida que es Cristo, nuestro Señor.
El tiempo ordinario nos indica que no todo es fiesta, sino que tenemos que ponernos en acción. Invito a todos los agentes y lideres parroquiales, a los grupos y movimientos eclesiales a darse cuenta de la necesidad que tenemos de la evangelización y formación. Ojalá que este año que comenzamos sea de mucho fruto espiritual, en el cual crezcamos en nuestra devoción al Santísimo Sacramento y en nuestra participación en la misión constante y continua de la Santa Iglesia Católica.
¡Bendiciones en este nuevo año!
El padre Julio DomÍnguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano de la Diócesis de Charlotte.