La trayectoria es clara. A medida que la población hispana crece de manera rápida y firme, cada vez son menos los hispanos que se identifican como católicos. Cerca de 63 millones de hispanos vivimos en los Estados Unidos.
El 13 de abril de 2023, el Centro de Investigación Pew actualizó sus cálculos reportando que cerca del 43% de todos los adultos hispanos en los Estados Unidos se identifican como católicos. Sólo una década atrás, en el 2010, ese cálculo era del 67%. El declive es alarmante.
Contrario a lo que muchas personas piensan, la mayoría de los hispanos que dejaron de identificarse como católicos no se unen a comunidades protestantes o a otras tradiciones religiosas. Un buen número de ellos lo hacen, ciertamente, y muchos lo hacen buscando lo que no encontraron en la religión de su infancia, o al menos en la institución que la regula.
Cerca de un 30% de los adultos hispanos no están afiliados a una tradición religiosa en particular. La mayoría de ellos crecieron como católicos. Otro hecho que nos ha de alarmar.
Durante el último medio siglo, entender y acoger la experiencia hispana ha sido un camino de muchos altibajos para la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Los hispanos pasamos de ser cerca de un 10% de la población católica a ser la mayor fuente de vitalidad demográfica para nuestra Iglesia. Actualmente cerca de la mitad de todos los católicos en el país somos hispanos.
Durante los años ochenta y noventa, la migración desde América Latina y el Caribe fue la mayor fuente de crecimiento de la población católica hispana. Su presencia naturalmente alteró la balanza demográfica del catolicismo estadounidense.
Cuando la mayoría de hispanos eran católicos, agentes pastorales en todos los niveles, desde obispos hasta párrocos y catequistas, percibieron a esta población como una gran oportunidad para renovar e inyectar vida nueva a comunidades de fe y a estructuras eclesiales. Todavía se sigue pensando de esta manera.
Los hispanos somos una fuente de vitalidad para el catolicismo estadounidense. Lo somos especialmente cuando observamos que la población católica euroamericana de raza blanca envejece rápidamente y sus números decrecen; también cuando vemos que la presencia católica disminuye en partes del país en donde el catolicismo definió contundentemente las culturas locales.
Pero la recepción positiva de esta presencia no siempre ha sido unánime. Existen focos de resistencia entre algunos católicos que ven el crecimiento rápido de los hispanos como una amenaza.
El resistir y el no actuar ante la oportunidad de acoger la bendición de una población católica joven, dinámica y profundamente católica, e integrarla en todas nuestras estructuras eclesiales, incluyendo parroquias, escuelas y organizaciones, han llevado una inversión insuficiente en la evangelización y retención de millones de católicos hispanos.
Cuando la mayoría de hispanos era católicos, se asumió que las cosas no cambiarían mucho y se hizo poco por cultivar a esta población.
El hecho de que sólo 4 de 10 adultos hispanos se identifique como católicos cambia las reglas de juego y exige nuevas conversaciones. La mayoría de niños hispanos que nazcan de ahora en adelante en los Estados Unidos no crecerán en hogares católicos.
Hace poco el equipo de investigación del Quinto Encuentro Nacional de Pastoral Hispana/Latina, bajo los auspicios de la Conferencia de Obispos Católicos de los
Estados Unidos, calculó que en 2021 habían cerca de 31 millones de católicos hispanos viviendo en nuestro país. Éste es un signo de esperanza. No desperdiciemos la oportunidad de cultivarlos y retenerlos.
Dr. Hosffman Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College.