Vamos a reflexionar hoy sobre la mirada de Jesús. ¿Cómo nos mira Jesús? ¿Cómo miraba a su pueblo? ¿Cómo nos mira a nosotros que somos su pueblo, el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia?
El texto del evangelio de Mt 9:36-10:8 nos lo dice claro. El texto en cuestión inicia así: “En aquel tiempo, al ver Jesús a las gentes”. Dice “al ver” a las multitudes que lo seguían se “compadeció”. La mirada de Jesús es una mirada de compasión.
¡Que linda esa mirada!, la mirada compasiva de Nuestro Señor. Esta misma mirada es la mirada de Dios a su pueblo Israel que se encontraba esclavo en Egipto y así se lo expresó a Moisés en el monte: “He visto la humillación de mi pueblo en Egipto... y por esta razón estoy bajando”, (Ex 3:7ss). Esto es la compasión. Se compadece de su pueblo y lo libera, lo rescata. Pero para ello, dice que bajó; Dios mismo bajó y vio a su pueblo.
Pero, ¿qué es la compasión? Bueno, la compasión no es sentir lástima. La lástima solo es un sentimiento de pesar por algo o alguien, que podría llevarnos a expresar alguna palabra solidaria: “me da pesar fulano”.
Esto no es la compasión. Jesús no siente un simple pesar por la multitud, sino compasión. Y la compasión es activa, en cambio la lástima es pasiva.
La gente, la multitud estaba cansada, y Él sintió compasión. Esa es su mirada, la mirada compasiva, la mirada que lleva a la acción, la mirada que me compromete a hacer algo por el otro.
Sería bueno en este punto preguntarnos: ¿Cómo nos ve el mundo? ¿Cómo ven, por ejemplo, los políticos a la multitud?
Cuando, por ejemplo, entramos a un Wallmart a comprar algo, vamos con un objetivo: comprar. Y compramos un producto porque nos es útil, nos sirve para algo.
Y así es como muchos vemos a los demás, con ojos de utilidad. Veo al otro con el objetivo de esperar algo, sacarle provecho, utilizarlo. Lo veo como un objeto.
Jesús, en cambio, nos ve como personas, y nos ve con compasión. ¿Pero, como podemos hacer para sentir esa misma compasión? Lo primero es ponernos en los zapatos del otro, esto es lo que se llama “empatía”.
Puedo asegurarles que cuando nos ponemos en el lugar de otro, dejamos de criticarlo y surge la compasión. Lo segundo sería, orar. Orar pidiendo la gracia de ser compasivos.
En el texto anterior, Jesús vio a la multitud cansada, como ovejas sin pastor, por eso pidió a sus discípulos que rogaran para que el Padre enviara pastores. Y así, estos pastores, los sacerdotes especialmente, estamos llamados a compadecernos de los demás. Esta es nuestra gran misión, al igual que ustedes tienen que ser compasivos con los demás, con todos.
Pidamos pues a Nuestro Señor nos ayude a tener su mirada, la mirada compasiva. Amén.
EL Padre Ramiro Tijerino es un sacerdote nicaragüense perseguido y asilado en Estados Unidos, reside en Charlotte.