Habiendo concluido hace pocos días el Congreso Eucarístico, no me queda más que expresar mi gratitud a Dios por todas las gracias que derrama sobre todos nosotros. Mi gratitud a nuestro Obispo por ser constante en este evento y saber distinguir lo que verdaderamente importa, es decir, la fe de los fieles que vienen al Congreso año tras año para ser alimentados de una manera muy especial.
Mi gratitud a todos los voluntarios que con profundo amor y gran entusiasmo dan su tiempo, sus talentos y sus tesoros para que este evento se realice. Ellos tendrán un tesoro grande en el cielo.
Mi gratitud a nuestros conferencistas que con tanto cariño se preparan para dar el alimento espiritual a nuestros fieles.
Pero, sobretodo, quiero darle gracias a mi buen Dios por toda esta multitud de fieles que llegaron a adorar al Señor. Ellos son los principales protagonistas, los que hacen posible este evento, a quienes se dirige y se realiza con tanto amor. Ellos son los hijos, los niños de Dios. Ellos hacen eco a las palabras de Cristo: dejen que los niños vengan a mi y no se lo impidan, porque de ellos es el reino de los cielos.
Toda esa piedad que se ve en el congreso, esa alegría santa, esa paz de tanta gente conviviendo con el Señor, solo puede ser fruto de ese Dios que sigue activo entre nosotros.
Recuerdo que hace 19 años, cuando iniciamos el congreso, teníamos un salón hispano que podría acoger 800 personas y de los cuales llegaron alrededor de 600. Hoy es otra realidad, la comunidad latina sigue respondiendo al llamado del Obispo, de sus pastores y sobre todo al gran llamado de Dios a venir, a hacer la prueba y ver lo bueno que es el Señor. Ellos salen muy motivados a seguir viviendo su vida cristiana y con la gran misión de invitar a otros a experimentar esta gran alegría.
Con este pequeño mensaje, animo a todos los que asisten al congreso a que el próximo año inviten a mucha mas gente para que Cristo sea más conocido, más amado, más adorado y se siga extendiendo esta llama de su amor por el mundo.
Gracias por todo.
El padre Julio D. Dominguez es Vicario Episcopal del Ministerio Hispano.