CHARLOTTE — “Por eso la sabiduría de Dios también dijo: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y de ellos, matarán a algunos y perseguirán a otros, para que la sangre de todos los profetas, derramada desde la fundación del mundo, se le cargue a esta generación, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el atrio y el altar; sí, os digo que le será cargada a esta generación”. Lucas, 11:48-51
“Entre el atrio y el altar, ese fue el lugar donde a Oscar Romero le llegó un proyectil de calibre 22 disparado a 31 metros con 10 centímetros de distancia”. Con estas palabras inició su homilía el Padre Hugo Medellín, vicario de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Charlotte, durante la Misa celebrada en honor del tercer aniversario de la canonización de San Juan Oscar Romero, mártir de la Iglesia en El Salvador.
“El mensaje del Evangelio se cumple en la persona, en las palabras, en los actos, de San Oscar Romero”, continuó, subrayando que los rechazos sufridos por el santo en su tiempo, “como lo dijera el Papa Francisco”, no habían sido sufridos por ningún obispo, durante su vida o después de ella, en la historia de la Iglesia.
El Obispo Romero, señaló, fue martirizado por su amor a los pobres, “a las personas sufridas cuyas historias escuchaba una y otra vez”, porque, como buen pastor, salía al encuentro de las personas y hablaba con ellas.
“Y fue desde ese amor tan grande por el sufrimiento del pueblo que decidió hablar. Ya no ser el obispo únicamente piadoso y sumiso sino que, con ese enojo santo, al ver tanta injusticia, denunciarla”, dijo.
La Iglesia, apuntó, al canonizar a Oscar Romero, dió validez a su mensaje. Y su vida, añadió, debe ser un llamado a una conversión profunda, a un mayor compromiso con los que sufren.
“Pueden pasar muchas cosas, pasar momentos difíciles y duros, pero la Iglesia nunca debe de olvidar a los pobres”, dijo el Padre Medellín, y luego, citando la homilía pronunciada por San Oscar Romero el 11 de marzo de 1979, dijo que, “cuando la Iglesia oye el llanto del oprimido, no puede sino denunciar las estructuras sociales que alimentan y perpetúan la miseria de la cual proviene el grito”.
La Misa fue concelebrada por el Padre John F. Starczewski y asistida por los diáconos permanentes Eduardo Bernal y Herbert Quintanilla.
AL SERVICIO DE LOS POBRES
Monseñor Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980 mientras celebraba una Misa, fue canonizado el 14 de octubre de 2018 por el Papa Francisco junto a otros seis beatos, entre los cuales destaca el Papa Pablo VI.
Nacido en Ciudad Barrios el 15 de agosto de 1917, día de la Asunción de la Virgen María, fue ordenado sacerdote el 4 de abril de 1942 y en agosto de 1943 regresó a El Salvador, donde lo nombraron párroco en Anamorós, en el este del país.
El 8 de febrero de 1977 fue nombrado arzobispo de San Salvador, y desde ese momento inició su defensa de los derechos humanos en medio de una naciente guerra civil entre la guerrilla de izquierda y el gobierno de extrema derecha.
La persecución, que incluía expulsiones y asesinatos contra sacerdotes y laicos, le llevó a enfrentarse abiertamente con la dictadura, a la que responsabilizó de las muertes. Esto hizo que recibiera calumnias, insultos y amenazas de todo tipo, incluso obispos y sacerdotes buscaron manchar su nombre.
En su última homilía se dirigió al ejército salvadoreño diciéndole: “En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!”
El 3 de febrero de 2015 el Papa Francisco reconoció su martirio y fue beatificado el 25 de mayo de ese mismo año por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en San Salvador.
ESTREMECEDORES TESTIMONIOS
Al término de la Misa, varios de los asistentes dieron su testimonio sobre la violencia vivida en El Salvador durante la guerra civil ocurrida entre 1979 y 1992.
Eduardo Bernal, salvadoreño recientemente ordenado diácono permanente en nuestra diócesis, dijo que conoció a San Romero a través del testimonio de un pueblo, y que éste, “me ha acompañado en mis 28 años de ministerio en la Iglesia”. Emocionado por los tristes recuerdos de la guerra, añadió que desde la década del 90 cuando emigró a Estados Unidos no ha podido regresar por el trauma psicológico, pero que “gracias a la intercesión de él y la iglesia me ha ido sanando”.
Virgilio y Vilma Márquez, parroquianos de la Basílica San Lorenzo en Asheville, narraron con dolor su experiencia de pérdida de amigos y familiares ocurrida en una masacre de civiles perpetrada en diciembre de 1981 en la zona norte de Morazán, donde fallecieron entre 1200 a 1600 personas pacíficas, “inocentes que nunca conocieron un arma”.
También se presentó David Grande, familiar del sacerdote jesuita Rutilio Grande, amigo de San Romero, asesinado en marzo de 1977, quien relató detalles de la vida de Monseñor Romero.
Moisés Cisneros, salvadoreño y director del coro Cristo Reina de San John Neumann, dijo que la fecha le hace recordar el dolor vivido, “como si fuera hoy mismo”, y ver hoy a San Oscar Romero elevado a los altares, “es una alegría que no se puede explicar”.
Finalmente, el Padre Medellín agradeció la participación del Padre John F. Starczewski; los diáconos Eduardo Bernal y Herbert Quintanilla; el Coro Cristo Reina; y los invitados, Virgilio y Vilma Márquez y David Grande.
— César Hurtado, Reportero
CHARLOTTE — Por 19 años consecutivos, la Diócesis de Charlotte ha pasado satisfactoriamente una revisión independiente sobre el cumplimiento de los procedimientos de protección infantil ordenados a nivel nacional.
La evaluación anual llevada a cabo por Stonebridge Business Partners de Rochester, NY, supervisa el cumplimiento de las diócesis estadounidenses del ‘Acuerdo para la Protección de Niños y Jóvenes’ de los obispos estadounidenses, que aborda el compromiso de la Iglesia de responder de manera efectiva, apropiada y compasiva a los casos de abuso de menores por parte del clero u otro personal de la Iglesia.
La auditoría para el período de julio de 2020 a junio de 2021 se realizó en agosto. Se ha encontrado que la diócesis cumple con las disposiciones del compromiso cada año desde que comenzaron las auditorías en 2003.
La revisión externa verifica el cumplimiento de los requisitos de llevar a cabo los reportes que indica el acuerdo, incluyendo los esfuerzos de la diócesis para garantizar la protección de los niños a través de verificaciones de antecedentes penales y programas educativos de concientización sobre el reconocimiento y la prevención del abuso.
En el año fiscal que se extendió desde el 1 de julio de 2020 hasta el 30 de junio de 2021, la diócesis realizó 3.786 verificaciones de antecedentes, que se requieren de forma continua para todos los clérigos, empleados y voluntarios diocesanos. Desde 2002, se han realizado más de 75,400 verificaciones de antecedentes. Este número incluye la comprobación de antecedentes a voluntarios y empleados activos cada cinco años.
La pandemia de COVID-19 redujo la necesidad de asistencia voluntaria a las parroquias y escuelas durante el año fiscal pasado, por lo que se llevaron a cabo menos clases de capacitación en persona sobre ‘Protección de los niños de Dios’. Un total de 2.190 adultos en la diócesis recibieron capacitación, por debajo del número habitual de 4.000 participantes.
Más de 59.000 adultos en la diócesis han recibido capacitación en este programa de concientización sobre la prevención del abuso desde que inició en 2002.
‘Protegiendo a los niños de Dios’ ayuda a los adultos en su aprendizaje de reconocimiento de las señales de advertencia del abuso y las muchas formas en que el abuso sexual daña a las víctimas, familias, parroquias y comunidades. El programa los educa en formas apropiadas de respuesta hacia comportamientos sospechosos y cómo pueden ayudar a prevenir el abuso.
Este programa de capacitación se actualizó recientemente con nuevos videos y temas de discusión.
— Catholic News Herald