GASTONIA — En compañía de parroquianos, amigos y miembros del clero con quienes ha cultivado una larga amistad, el Padre José Juya, vicario de la parroquia San Miguel en Gastonia, celebró con una Misa sus 40 años de ordenación sacerdotal, más de la mitad de los cuales han sido de servicio en la zona de Gastonia como coordinador del ministerio hispano de ese vicariato.
El 14 de diciembre, a las 6:30 de la noche, dio inicio la Misa que concelebró con los sacerdotes Lucas Rossi, párroco de la Iglesia San Miguel; el Padre Thomas Kessler, pastor de San Felipe Apóstol; y el Padre Herbert Burke, pastor de la Iglesia Inmaculada Concepción.
Durante su homilía, en la que recordó momentos importantes de su vida en relación con el compromiso adquirido con el servicio pastoral, tuvo frases especialmente sentidas para con su hermano, el Padre Filemón Juya, fallecido en junio de 2011 mientras servía en la Diócesis de Charleston, Carolina del Sur.
Nacidos en Colombia, los hermanos José y Filemón Juya concluyeron sus estudios en el Colegio Calasanz en Bogotá e hicieron el noviciado en Centroamérica. Tras regresar a Bogotá, los hermanos Juya tomaron los votos temporales, y el 12 de diciembre de 1981, día de la celebración de Nuestra Señora de Guadalupe, fueron ordenados sacerdotes por Monseñor Juan Eliseo Mojíca Oliveros en la Iglesia San Rafael en Rondón.
“Fue uno de los momentos más importantes para mí, para mi historia a partir de ese momento y hasta el día de hoy, en que cuento con esta familia que sigue orando y trabajando conmigo y la Iglesia, especialmente en esta Diócesis de Charlotte”, dijo.
En 2000, fue llamado a servir a la Pastoral Hispana en la Diócesis de Charlotte, y como vicario en la Iglesia San Miguel en Gastonia ha servido también en misiones en Forest City, Shelby, Lincolnton y Belmont.
Señaló ser consciente, “de que todo ha sido obra de Dios, y consciente de que sin los auxilios divinos que proceden de la benevolencia de Dios, la vocación sacerdotal puede perder vigor, la fuerza y la frescura con la que debe de actuar la vida del sacerdote para lanzarse a la aventura de la acción a la que Jesús llama y convoca para realizar la pedagogía que Él mismo traza hoy y siempre”.
Reconociendo que la celebración de la Santa Misa “es el don más precioso que Dios ha encargado a un sacerdote”, dijo estar presente en esta ocasión, para cantar al igual que el salmista, ‘Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas las criaturas, que te alaben Señor todas tus obras y que todos tus fieles te bendigan’(Salmo 144:1-2).
“La clave del sacerdocio no es otra que el amor”, apuntó, “y el sacerdote debe ser testigo del amor y servidor del amor”, a través del servicio, “especialmente con los pobres y desfavorecidos, los excluidos”.
También recordó el momento en que fue recibido en audiencia en El Vaticano por el Papa San Juan Pablo II, quien poniéndole un Rosario en las manos le dijo, “No dejes tu misión, aunque sea difícil”.
Finalmente rogó la bendición de la Virgen María para que lo asista en su misión que no concluye.
Antes de finalizar el servicio, miembros de movimientos apostólicos parroquiales dieron sus testimonios e impresiones, reconociendo el sacrificado servicio que ofrece el Padre Juya en la parroquia.
Al término de la Misa, el festejo se prolongó con el ofrecimiento de una cena, canciones, presentación de bailables y la exhibición de un video con la historia en imágenes del caminar del Padre Juya por las parroquias de nuestra diócesis.
Un momento muy emotivo fue la recepción de la llamada de saludo por video de la madre del Padre Juya, la que se encuentra en Colombia, delicada de salud.
— César Hurtado, Reportero