Cuando fui ordenado, estaba profundamente agradecido a Dios por recibirme en el ministerio sacerdotal. Como tenía muy buena formación y una excelente educación, pensé en ese momento que era digno de este increíble regalo. Ahora, después de 30 años de servicio, veo las cosas de otra manera.
Si bien sé que he crecido de muchas maneras en mi vocación, me doy cuenta más claramente de que nunca seré digno de ella. La generosidad de la gracia del
Señor me ha revelado cómo confiar de todo corazón en Dios para ser fiel en este ministerio.
En particular, la pandemia que todos soportamos durante estos últimos dos años me ha dejado claro cómo Nuestro Señor opera una gracia única que ha hecho posible que no solo superemos esta prueba, sino que incluso florezcamos. ¿Qué quiero decir con esto? Considere cómo fuimos probados de formas desconocidas y tuvimos que ejercer comportamientos antinaturales como el distanciamiento social, el aprendizaje remoto, abstenernos del contacto físico como darnos la mano y no poder vernos las caras debido al uso de mascarillas. Si bien todo esto era incómodo e inconveniente, también era una invitación a crecer en la caridad. Ya sea que nos sintiéramos personalmente vulnerables al virus o no, se nos recordaba permanentemente que las personas que nos rodeaban tenían problemas reales de salud y que teníamos que cuidarnos unos a otros. El interactuar de manera caritativa con los demás, amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos, adquirió una perspectiva completamente nueva.
Me ha inspirado mucho el haber sido testigo de la preocupación de los feligreses por otros y cómo asistirlos de manera creativa.
Este año, al celebrar nuestro 50 aniversario como diócesis, recordemos las palabras de San Pedro sobre cuán preciosa es nuestra fe, tenemos mucho para reflexionar con gratitud. ¿Qué sería de nuestras vidas sin fe? ¿Cómo ha transformado la fe nuestros conflictos en renovación?
Mi camino está unido al de muchos otros. Espero continuar sirviendo, y creo que si mantengo mi enfoque en el Señor, tendré más para celebrar, con bendiciones que verdaderamente son “más preciosas que el oro”.
El Padre Stephen M. Hoyt es párroco de la Iglesia San Francisco de Asís en Lenoir. También sirve como vicario foráneo de la región de Hickory. Celebrará su 30 aniversario de ordenación el 21 de noviembre.